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9 de julio de 2015

Van Horne en la toponimia camagüeyana

La editorial Ácana presentó en la última Feria Cubana del Libro, "Calles y callejones de Camagüey. Entre la leyenda y la historia", del talentoso historiador Marcos Tamames Henderson. La obra quedará como libro de referencia obligada para los lugareños y turistas que quieran conocer un poco más sobre el origen del nombre de muchas de las calles de la ciudad. Es una pena que no haya sido editado con ilustraciones de época y/o actuales, pero comprendemos que el sistema de impresión utilizado no les permite hacer actos de magia. El índice completo puede consultarse aquí, donde también está siendo publicado por entregas, semanalmente. Sobre la proyectada estatua de Sir William Van Horne, de la que se habla en el texto, volveremos en otra entrada.


CALLE NUEVA, VAN HORNE, MARIO ARÓSTEGUI.

Surge con la construcción del ferrocarril en  1909 cortando en dos la manzana limitada por de Francisquito y de Ignacio Sánchez. Se extiende desde San Juan hasta de la Reina. Su reconocimiento como calle Nueva resulta expresión de modernidad, en un paisaje completamente construido.
Su bautizo está en función de reconocer la obra desarrollada en Camagüey por Sir William Van Horne, canadiense que no solo desarrolla el proyecto de trazar el ferrocarril Central de la isla sino además elige la región para los talleres centrales. La propuesta tiene lugar a cargo del concejal Armando Labrada en la sesión del 16 de junio de 1911, junto a topónimos como Campo de Marte, San Luis Beltrán, san Rafael, Santa Rita y San Martin.; pero no se tomó en consideración hasta el 10 de enero de 1922, fecha en que se acompañará de ambiciones mayores: “Colocar un busto en la explanada que forman las calles Avellaneda, Padre Olallo (delos Pobres), Francisquito y estación del Ferrocarril”. La respuesta fue concisa: “se estudiará si hay otra calle con ese nombre y con respecto al busto no es posible, pues allí se erigirá el del Lugareño”. Ante una figura extranjera, por más beneficios que haya traído al terruño, una autentica postura de patriotismo e identidad local.


La propuesta de 1922 estaba a cargo del Comité Pro-Homenaje a William Van Horne y fue analizada en sesión del 30 de mayo, ocasión en la que el concejal Salvador A. Lavera Santana recordaba que ya existía en el reparto Garrido un eje con ese nombre; Juan Acosta Álvarez, por su lado, sugería revocar el acuerdo que había dado nombre a la calle de Garrido y alegaba que la calle Nueva existía “en virtud de haberla abierto la compañía del Ferrocarril de Cuba, en época de Sir William Van Horne, al destruir edificios que allí existían con el fin de construir la actual estación de viajeros”. A ello agregaba el concejal Herrero “que todo el pueblo conoce la calle Nueva con el nombre de Van Horne, puesto que el mismo pueblo le ha designado ese nombre”; perspectiva desde la cual solo se trataba de legitimar en el marco oficial lo que por costumbre ya era un hecho. El 5 de junio de 1922 el alcalde municipal Andrés Morán daba por tomado el acuerdo.
Se rendía homenaje en la calle Nueva a William Cornelius Van Horne (Illinois, Estados Unidos, 1843- Canadá, [Montreal], 1915), quien en 1895 recibiera el título de Sir por la corona británica, y declarado Caballero Comendador de la Orden de San Miguel y San Jorge por sus aportes al desarrollo ferroviario de Canadá.



Los vínculos de Van Horne con el Camagüey surgieron a partir de su contacto con Gonzalo de Quesada y otros camagüeyanos en los Estados Unidos, lo que le hace visitar el Caribe en 1900, ocasión en que muestra interés por construir un ferrocarril centra en la isla, propósito para el cual funda la empresa The Cuban (sic) Company en Nueva Jersey el 24 de abril de 1900. En el proyecto de Van Horne, Camagüey fue una región especial. En abril de 1903, el gobierno cubano le cede en arrendamiento, por un plazo de veinticinco años , el antiguo Cuartel de Caballería , edificado en 1848 a la entrada de La Vigía y el 24 de noviembre de 1909 se hace efectiva la compra que hace de San Zenón de Buenos Aires a doña Catalina Vallejo, camagüeyana radicada en Barcelona. El periódico La Región, en artículo publicado en 1931, validó su figura con dos signos arquitectónicos al plantear:

Camagüey resultó beneficiado por las cualidades de aquel espléndido valiente. A nuestros días han llegado dos de sus empeños eprsonales, La Quinta San Zenón, donde está instalada la Escuela Normal, y el Hotel Camaguey, cuya adaptación dirigió personalmente, y cuyo magnífico patio fue surtido bajo su personal dirección con toda clase de plantas tropicales.

Su rebautizo por Mario Aróstegui arribó a ella posterior al triunfo de la Revolución y tomaba como elemento básico el hecho de que el bar El Capitolio tuvo el mártir de la lucha contra Batista algunas desavenencias con los militares de la dictadura. Con la demolición de este inmueble los veteranos colocaron allí un busto a Aróstegui que fue trasladado luego al parquecito de La Vigía para ser rehabilitado su microparque con el proyecto de la arquitecta Elizabeth García Vitar y el artista de las artes plásticas Jorge Luis Santana.

Mario Aróstegui o Van Horne, como todavía se le reconoce, pertenece al Casco Histórico.

© Marcos Tamames Henderson, 2014
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Mapa digitalizado por la Universidad de Wisconsin.

16 de junio de 2015

La llegada de Ferrocarril Central a Victoria de Las Tunas

Estación ferroviaria de Manatí, Las Tunas.

Al terminar la guerra contra España, Estados Unidos intervino en Cuba y se interesó por su red ferroviaria. Fue así como el ingeniero canadiense-norteamericano William Van Horne asumió la construcción del ferrocarril central, en específico de una línea que enlazara a Santa Clara con Santiago de Cuba.
Las obras comenzaron simultáneamente en ambas ciudades a fines de 1900. Miles de trabajadores fueron contratados. Finalmente, el 12 de noviembre de 1902 se colocó el último tramo de raíles y traviesas cerca de la ciudad de Sancti Spíritus. Se habían tendido 541 kilómetros de vía férrea. Tres días después partió de la estación habanera de Villanueva, rumbo a Santiago de Cuba, el primer tren que cubrió ese itinerario.
El paso del ferrocarril central por la otrora Victoria de Las Tunas tuvo su inauguración oficial el 16 de enero de 1903. Resultó una jornada de celebración. Según el periódico bisemanal El Eco de Tunas, «hubo fiesta y tocaron los acordeones de Florencio Sánchez y Mariano Ramírez».
La estación original era de madera y cinc. Por sus pésimas condiciones, en 1918 el Ayuntamiento Municipal acordó «interesar a la compañía ferroviaria la construcción de un local más apropiado a la importancia de la ciudad». Así, en 1927 se levantó el edificio de mampostería y tejas francesas que todavía conserva incólume aquella estructura.
Leer el artículo completo en Juventud Rebelde

Van Horne visto por el historiador Oscar Pino-Santos

El historiador cubano Oscar Pino- Santos (1928-2004) en plena década del 70, tuvo la dignidad de defender en este ensayo, que además fue "Premio Casa", los valores indiscutibles y la visión de William Van Horne. Otros, en cambio solo supieron ver las manchas:


"Van Horne fue sin duda una de las figuras más interesantes –y en cierto sentido determinante- de nuestros comienzos seudorrepublicanos. A diferencia de otros inversionistas yanquis, meros recortadores de cupones, el famoso fundador de la Canadian Pacific unía a su espíritu de iniciativa y organización una cierta conservadora pero amplia visión de porvenir. Su obra aquí –independientemente de su origen capitalista- no fue por completo negativa. Resultaría demasiado simplista, por ejemplo, desconocer el papel influyente que la construcción del ferrocarril de Santa Clara a Santiago de Cuba jugó en la evolución formativa de la nación cubana. Y parecería menos injusto dejar de reconocer su oposición inicial al latifundio y su honestidad al plantearle al gobierno interventor las ventajas de un régimen tributario que gravara las grandes fincas improductivas y favoreciera el desarrollo de un sistema de pequeñas granjas agrícolas. Como señalo Jenks, “toda la historia social de la República de Cuba habría quedado alterada”, si aquel proyecto se hubiese puesto en práctica. Pero Wood sabía más que eso, y la vida demostró que tales concepciones hubieran sido de todos modos anuladas por las realidades del proceso histórico- económico. Aparte, difícilmente el mismo Van Horne hubiera sido capaz de impulsar exitosamente sus ideas limitado como estaba por su ideología mercantilista y la propia ejecutoria de su carrera en nuestro país. Así el sistema de pequeñas granjas – en sus lucubraciones- no representaban económicamente sino la base de una amplia clientela para su negocio ferroviario y, políticamente no tenía otra sustentación teórica que sus tesis en el sentido de que “los países en que es mayor la proporción de personas que poseen la tierra prevalece el conservadurismo y se desconocen las insurrecciones” . Aparte de ello, Van Horne, el opositor al latifundio en 1900, murió quince años después como presidente de una empresa azucarera –La Cuba Co.- que poseía en Camagüey 500 caballerías y en Oriente 2807".





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13 de junio de 2015

Canadá- Cuba: Sesenta años de relaciones bilaterales (2007)

Como no es mi interés personal adentrarme en el tema de las relaciones Canadá- Cuba más allá de 1915, obvio las motivaciones que sus autores tuvieron para escribir el libro, y que han sido bien argumentadas en los agradecimientos del mismo. Me limito a citar parte del capítulo 1, dedicado al escenario histórico en que comenzaron las relaciones entre ambos países, pasando por el establecimiento del primer consulado de Cuba en Canadá, en el pueblo pesquero de Yarmouth, Nueva Escocia, allá por el lejano año de 1903. Me ha resultado curioso y gratificante el reconocimiento de la amistad que hubo entre William Van Horne y Gonzalo de Quesada, hasta ahora escamoteada o digamos mejor "disimulada" por otros prestigiosos historiadores cubanos, como Oscar Zanetti Lecuona y Alejandro García Álvarez (Caminos para el azúcar. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1987).



"Entre los más destacados hombres de negocios canadienses que vinieron a Cuba a la vuelta del siglo se encuentra William Cornelius Van Horne, descrito con precisión por Peter McFarlane como "el clásico capitalista de la era victoriana" (1). Nacido en Illinois en 1843, Van Horne se convirtió en una leyenda en Canadá por su gestión en la terminación del ferrocarril transcontinental para la Canadian Pacific Railroad Company (CPR). Pronto se convertiría en presidente de esta corporación, obtendría un título nobiliario debido a su proeza ferroviaria, y sería premiado como ilustre ciudadano de Canadá. En una de sus numerosas y arriesgadas empresas (esta vez en las inversiones de pulpa y papel en Québec y Nuevo Brunswick), su socio fue el general Russel A. Alger, secretario de guerra del presidente McKinley desde 1897 hasta 1899. Fue precisamente Alger quien invitó a Van Horne a acompañarlo junto con Eliu Root (secretario de guerra desde 1899 hasta 1909) en una gira alrededor de la Isla en busca de promisorias empresas de negocios. Con compañeros de viaje de esta altura, era evidente que las operaciones comerciales de Van Horne serían muy bien vistas durante la ocupación norteamericana en Cuba entre 1898 y 1902. Su propio talento de hombre emprendedor y su historia en Canadá con la compañía CPR, junto con el claro mercado para expandir a gran escala la red ferroviaria en Cuba, y aquellos vínculos políticos con Estados Unidos, le auguraban un buen futuro en sus intereses de negocios en Cuba a principios del siglo XX. Es importante también reconocer que él cultivaba una amistad con Gonzalo de Quesada, uno de los líderes en la lucha independentista contra España y compañero de José Martí, el líder espiritual de la guerra de 1895-1898. De Quesada se convierte en Embajador de Cuba en Washington después de la derrota de las fuerzas españolas y a menudo fue invitado a visitar la hacienda de Van Horne en Nuevo Brunswick.

Al principio, Van Horne estaba interesado en electrificar el sistema de tranvías de La Habana, un proyecto en el cual Edwin y William Hanson, de Montreal, eran rivales en la discusión por obtener el contrato. Más tarde, luego de haber perdido esa lucha frente a otras empresas, se dio cuenta de que un proyecto aún más provechoso desde el punto de vista financiero sería el de establecer un sistema ferroviario a escala nacional en Cuba. Después de realizar la investigación apropiada y empleando un efectivo lobby en Washington referente a la conveniencia del proyecto, Van Horne ayudó a fundar la Cuba Company, la cual fue constituida en sociedad anónima en Nueva Jersey en 1900. Para 1902, el primer tramo de la línea fue trazado, y Van Horne siguió extendiendo el sistema por unos diez años más, además de comprar los intereses lucrativos del negocio en el sistema de tranvías e ingenios".

(1) McFarlane, Peter: Northern Shadows: Canadians and Central America. Between the Lines, Toronto 1989.

John M. Kirk y Peter McKenna. Canadá- Cuba. Ssenta años de relaciones bilaterales. Ed. Ciencias Sociales. La Habana, 2007. Isbn: 9789590609435

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8 de junio de 2015

The Burlington Magazine for Connoisseurs: Obituary


Sir William van Horne was one of the most striking and picturesque figures among the great collectors of America. A big, burly figure overflowing with vitality, he took his chances in society as he had taken them in the backwoods of Canada, with a genial and unpretentious simplicity of manner. He did not care to hide behind the entrenchments of etiquette and formality with which most of the newly rich protect their sensitiveness to criticism. On his frequent visits to New York he would put up at one of the big hotels.  There he was entirely accessible to anyone who would spend long nights in the saloon over  innumerable tankards of German beer discussing  Japanese pottery, the ideal planning of cities,  Chinese scripts, Dutch painting, cattle breeding and  bacon curing, or who would listen to his racy  descriptions of his adventures in planning the  Canadian Pacific Railway.

At his home in Montreal his guests would spend the day looking at his vast and varied collections of old masters and of Japanese pottery. In the evening discussions on some of his so diverse hobbies would go on till well into the early hours, and it was currently believed that when all his comparatively youthful guests had at last dropped off to bed. Sir William retired to an immense attic fitted up as a studio, and there by the aid of an intense arc light would begin to paint one of the ten-foot canvases of Western Canadian scenery which filled up any gaps in his walls as yet uncovered by old masters.

His curiosity and his power of acquiring knowledge were as insatiable as his energy was restless and untiring. In his attitude to art these characteristics were apparent. His temperament and his past life had been too active to allow of any profound or contemplative enjoyment of beauty. Whatever his unusual faculties enabled him to grasp in a rapid glance he enjoyed exuberantly, but beyond that he never cared to penetrate, too many other curious and odd interests being at hand to solicit his attention. I believe his knowledge of Japanese pottery was remarkable, but I think what attracted him most was the possibilities of connoisseurship which this study afforded him.

He used at one time to offer to tell the maker of a piece without seeing it, by feeling it with his hands held behind his back, on condition that if he was right the piece should be his, and if wrong he should pay a forfeit; but, according to his own account, he was so frequently right that the Japanese collectors with whom he played the game, finally fought shy of the ordeal. His collection of old masters, as may be imagined, was as varied and odd as his tastes. It was full of out of the way and curious things which other collectors would have overlooked, but as far as I recollect it was not a choice collection, and contained few indisputable masterpieces. But I may be under- estimating it, for certainly after all these years, and having only once visited his collection, I find my memory of Sir William van Home's personality, of his abounding vitality, and his rough-and-ready comradeship more interesting and arresting than any of the objects which he had acquired. ROGER FRY

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5 de junio de 2015

Van Horne inspeccionando la construcción del Canadian Pacific Railway


The building of the Canadian Pacific Railway was directed by the genius of William Cornelius Van Horne (later to be Sir William). Here is a rare glimpse of the great general manager at Stoney Creek, B.C. on one of his inspection trips, surrounded by a group of his associates and assistants.

Foto tomada del libro "Canadian Railways in pictures", de Robert F. Legget. Editado por Douglas, David & Charles, 1977.

© The Glenbow Foundation, Calgary.

1 de junio de 2015

The Last Spike


On 14 Jun 2012 the Canadian Museum of Civilization in Gatineau, Quebec, acquired the silver Last Spike that symbolizes the 1885 completion of the Canadian Pacific Railway and the uniting of the country from sea to sea. This historic artifact was donated to the Canadian Museum of Civilization by the heirs of William Van Horne, the legendary railway executive who led the CPR construction project. The donation was unveiled today at the Canadian Pacific Railway Pavilion in Calgary.

This silver ceremonial spike was to be carried west in 1885 by the Governor General, Lord Lansdowne. He was supposed to hammer it into the track during the now-famous Last Spike ceremony at Craigellachie, British Columbia. Unfortunately, Lord Lansdowne, with the spike in his possession, was unable to make it to the ceremony. He later had the spike mounted on a stone base and sent as a gift to Van Horne.

Held privately by the family for the past 125 years, the Last Spike will be on display at the Museum of Civilization following its premiere in Calgary....seguir leyendo

22 de mayo de 2015

Kenneth Oppel: Le Prodigieux

El escritor canadiense Kenneth Oppel (Vancouver, 1967) reconocido por sus novelas para adolescentes, recién publicó “The Boundless”, traducido al francés como "Le Prodigieux", que recrea mezclando historia y fantasía, una parte entrañable de la historia de Canadá, la construcción del ferrocarril que atravesó el país de costa a costa. El personaje principal, Will Everett se inspira en el niño que aparece en la famosa foto de "el último clavo".


Un fragmento del primer capítulo:

Will court le long du quai pour contourner le train. Peut-être parviendra-t-il à rattraper la fille. Un homme surgit soudain du wagon de passagers et Will le percute de plein fouet avant de s’étendre de tout son long. En se relevant tant bien que mal, il aperçoit des chaussures scintillantes, bien campées sur le quai.
— Désolé, monsieur ! lance-t-il à l’attention du gentleman. C’est un type à la forte carrure. Pas étonnant qu’il ne se soit pas effondré. Il arbore une moustache et une barbe taillée avec soin. Sur sa tête carrée, ses cheveux ne commencent qu’au milieu du crâne. Son veston et son manteau élégants se tendent sur son ventre ferme. Will est surpris de découvrir dans ses yeux de l’amusement et non de la colère.
— Tu es rudement pressé, petit.
— Désolé, monsieur, mais… il y a une fille… qui m’a pris quelque chose…
— Ah ! Elle a dérobé ton cœur ?
Le visage de Will s’empourpre.
— Non, bredouille-t-il, honteux. Ma dent de sasquatch.
— Ah bon ? lance le gentleman, intrigué.
Se penchant, il ramasse le carnet à dessins de Will, un peu tordu. Il hausse les sourcils en examinant les croquis. Will donnerait n’importe quoi pour disparaître, avec ou sans une bouffée de fumée. Mais il est hors de question qu’il reparte sans son carnet. Et il ne peut tout de même pas exiger de l’homme qu’il le lui rende.
— Jolies images, déclare celui-ci. Si je comprends bien, un membre de ta famille travaille au chemin de fer. Will s’oblige à regarder l’homme dans les yeux.
— Mon père, monsieur. Je l’attends.
Will a l’impression d’avoir déjà vu ce gentleman. Mais où ?
— Il est là-haut, dans les montagnes ? Comment s’appelle-il ?
— James Everett.
Le gentleman esquisse un geste bourru de la tête.
— Un homme de qualité.
Will se demande si l’homme lui joue un tour.
— Vous le connaissez ?
— Bien sûr. Je me fais un point d’honneur de connaître mes meilleurs employés. J’administre le Canadien Pacifique. Je m’appelle Cornelius Van Horne.
Van Horne lui tend la main. Pendant un moment, Will est paralysé. Bien sûr qu’il le connaît, cet homme ! Il a vu sa photo dans les journaux. Son père a mentionné son nom dans ses lettres. Depuis cinq ans, Van Horne surveille les moindres aspects de la construction du chemin de fer. À la fois directeur général, ingénieur, visionnaire – et, selon le père de Will, un maître implacable. Toutefois, Will sait aussi par son père que l’homme avait ouvert un chemin dans la forêt vierge avec un sac de quarante livres sur le dos et franchi à gué une rivière aux eaux tumultueuses. Will lui serre la main. La poigne du baron des chemins de fer est à la fois rapide et forte.
— Comment t’appelles-tu ? lui demande Van Horne.

— William Everett, monsieur.





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12 de mayo de 2015

VAN HORNE, el Creador del Ferrocarril Central de Cuba (1)


Por: Herminio Portell Vilá (1901-1992)

William Cornelius Van Horne, el gran constructor de ferrocarriles y genio impulsor del progreso de las tierras vírgenes de América, fue un verdadero ciudadano del Nuevo Mundo, leal a todos los países a los que llevó sus empresas fecundas y sin preocuparse poco ni mucho por los prejuicios nacionales, raciales o religiosos. Los Van Horne habían venido a América en los días de gloria de la República Holandesa, en el siglo XVII, y se habían establecido en Nueva Amsterdam, una pequeña factoría sobre la isla de Manhattan, en la desembocadura del Hudson, que años más tarde se convertiría bajo la dominación inglesa en la ciudad de Nueva York. Eran pues, del grupo de colonizadores que como los Roosevelt, los Stuyvesant y otros muchos, serían los cimientos de la sociedad colonial norteamericana. Durante muchos años los Van Horne permanecieron en Nueva York y se distinguieron en el comercio, la agricultura, el clero, etc; pero hacia 1832 uno de sus descendientes, Cornelius Covenhoven Van Horne, decidió incorporarse al gran movimiento de la colonización del Oeste y se estableció en Chelsea, sobre el valle del Illinois y junto al camino de Oregón por el cual pasaban los pioneros más audaces que iban hacia la costa del Pacífico. Cornelius Covenhoven Van Horne casó en segundas nupcias allá por 1842 con Miss Margaret Minier Richards, de Pennsylvania y el 3 de febrero de 1843 nació el mayor de sus hijos, William Cornelius.

Vivian los Van Horne sin grandes comodidades en una granja poco cultivada, porque el jefe de la familia era abogado y se dedicaba mayormente a esa profesión, y toda aquella comarca era atrasada y casi desierta, por lo que no había posibilidad de ir a la escuela. En la tradicional cabaña de troncos de árboles transcurrieron los primeros años de vida de William Cornelius Van Horne, sin tener otras distracciones que el dibujar con un pedazo de pizarra o de plomo, o recoger piedras que le interesaban por su brillo o por su forma. Así, sin embargo, surgían en él, a temprana edad, las que después serían sus aficiones dominantes y que lo convertirían en pintor y geólogo de gran distinción.
En 1851 los Van Horne vendieron la granja y se fueron a vivir en el pueblo de Joliet, Illinois, donde el abogado neoyorkino, amigo de Abraham Lincoln y de Stephen Douglas, dos letrados cuyo porvenir nadie podía adivinar por entonces y que tenían cierto renombre entre los políticos de Illinois, se proponía hacer fortuna. Cuando Joliet se convirtió en municipio, Van Horne fue electo el primer alcalde del mismo. Sus hijos asistían a la escuela local y William se distinguía notablemente como el primero de los alumnos en la clase y también por su carácter independiente y por la seriedad con que dedicaba sus ratos de ocio a coleccionar los fósiles que recogía en sus excursiones por los alrededores del pueblo. La epidemia de cólera de 1854 lo dejo huérfano de padre cuando solo tenía once años de edad, y cuando la viuda de Van Horne trató de arreglar los asuntos de la familia se encontró con que todos los bienes eran cuentas incobrables y contra las cuales había que enumerar muchas otras, debidas y para el pago de las cuales los acreedores no querían esperar. Hubo que venderlo todo y reducirse a una choza; pero la energía de la madre y el sentido de responsabilidad que revelaba el primogénito hicieron posible que la familia pudiese ir tirando, aunque con múltiples privaciones.

William recorría las casas de Joliet con su hacha y se ofrecía para cortar leña por unos cuantos centavos; pero un día le cayó en gracia al jefe del centro telegráfico de la población y le dio permiso para que distribuyese a domicilio los despachos recibidos, con lo que se ganaría las propinas. Las horas en que no estudiaba en la escuela, el niño se las pasaba en la oficina de telegrafía y con su despierta inteligencia no tardó en familiarizarse con el alfabeto morse y los aparatos de transmisión y recepción. Los telegrafistas le enseñaron el oficio, primero por diversión y después para que  les relevase por pequeños periodos de tiempo mientras ellos echaban una partida de naipes o iban al café. En 1856, cuando Lincoln visitó a Joliet en su campaña política, el telegrama descriptivo de la recepción y del discurso de la abolición de la esclavitud pronunciado por Lincoln, fue redactado y enviado por aquel niño de trece años de edad. Al año siguiente ya Van Horne era telegrafista del Ferrocarril Central de Illinois y ayudaba más eficazmente a su familia. Pasó después como despachador al Ferrocarril Central de Michigan y un día cuando apenas si había cumplido quince años, se apareció en el despacho del superintendente general para proponerle que construyese una línea telegráfica independiente, administrada por la compañía para el uso público y de la cual el sería el operador. Aceptada la oferta, Van Horne estuvo a cargo del nuevo circuito y reportó los incidentes del famoso duelo oratorio entre Lincoln y Douglas, los antiguos amigos de su padre, acerca de la esclavitud, que agitaban poderosamente a la opinión norteamericana y anunciaban la Guerra de Secesión  si no llegaba a tiempo la solución del conflicto planteado. Van Horne dominaba tan bien la técnica de transmisión telegráfica que podía recibir mensajes simplemente por el sonido y en aquellos tiempos esta habilidad le constituía en telegrafista muy experto. Serviríale además, en el futuro, poderosamente, en su carrera de constructor y administrador ferroviario.

Hacia 1859 la pequeña estación de ferrocarril en Joliet recibió por sorpresa la visita del superintendente general de la compañía. Van Horne recibió el despacho que anunciaba la llegada cuando no había tiempo para nada más y corrió con él al jefe y se lo mostró. A toda prisa se instruyó al personal para que estuviera en sus puestos y Van Horne, por su juventud fue dejado a un lado. El tren especial llegó y de él bajó un hombre de imponente apariencia con sombrero de copa y envuelto en un amplio guardapolvo, quien permaneció junto al estribo del coche, en espera de ser cumplimentado. Avanzó humilde el jefe de estación  y le saludó respetuosamente mientras el visitante le contestaba con estudiada circunspección, detrás de la cual se advertía el aire de mando. Presentados los empleados, cada uno de ellos tuvo un reconocimiento menor según su categoría y Van Horne no se acercó, sino que se quedó contemplando todo aquello como ensimismado. A poco el convoy emprendió la marcha, con la misma solemnidad, y uno de los empleados se acercó y pregunto a Van Horne:
- ¿En qué piensas, Bill? Te has quedado mudo al ver al superintendente general…
Pero la respuesta lo dejo asombrado, porque el muchacho dijo:
- Estaba pensando en que debe ser una gran cosa desempeñar un puesto como ese. Hay gloria, hay orgullo y hay dinero en tener ese cargo. He resuelto llegar a ser superintendente general de ferrocarriles…(continuará)

Nota: Se ha respetado la sintaxis y ortografía original del artículo.

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20 de abril de 2015

Comienzo de las obras del Hotel Camagüey (1904)


El lunes entrante, o sea, pasado mañana se dará comienzo a la obra de convertir los antiguos cuarteles de Caballería e Infantería de La Vigía en un magnífico hotel. Los planos, aprobados por Sir William Van Horne han sido entregados al ingeniero que ha de dirigir la obra, señor Ignacio E. Agramonte Simoni. El nuevo establecimiento será conocido por “Hotel Camagüey”, y Sir William se propone montarlo a la altura de los mejores de los Estados Unidos. Las vajillas y mantelerías rotuladas “Camagüey” han sido ya pedidas a Inglaterra. Las camas serán todas de bronce y el mobiliario adecuado a nuestro clima tropical. Las habitaciones serán todas espaciosas y bien ventiladas. Habrán salones para banquetes, recepciones y bailes. También habrá profusión de baños y otras comodidades. En una palabra, habrá confort y lujo.
En la azotea del hotel se construirá un jardín para conciertos al estilo de los roof gardens de los Estados Unidos.
Hablando con entusiasmo de su hotel, decía Sir William hace noches en el “Liceo” –El “Hotel Camagüey” será sin duda el mejor de Cuba y nada tendrá que envidiar al mejor de América.
Cubiertos pertenecientes al Hotel Camagüey. Cortesía de Aimée Chau Rodríguez

Y felicitado por algunos de los señores presentes por el éxito de sus planes, que tanto han de propender al engrandecimiento del Camagüey, aclaró que el feliz resultado de su proyecto lo debía mayormente a la buena acogida que habían dispensado a su idea los señores Yero y García quienes, dándose cuenta exacta de la importancia de la obra para nuestra región, procedieron, en su carácter de Secretario de Gobernación el primero y de Hacienda el segundo, con tanta determinación y prontitud, como pocas veces suele hacerse en las esferas de gobierno alguno. Sir William elogió el proceder de esos señores y el espíritu público que anima a los cubanos. Agregó que le era muy grato, y le servirá de aliciente para emprender otros trabajos, la liberalidad, la inteligencia y el amplio criterio, así como la prontitud con que se había procedido nuestro gobierno en el asunto. Terminó diciendo que, solamente debido a esa determinación y prontitud de nuestro Gobierno, podía el asegurar a sus conciudadanos del Camagüey que el hotel, que tantos beneficios reportará a esta ciudad, quedará terminado para fines de este año.
Los ingenieros están, en la actualidad, trabajando en los planos para convertir el “Casino Campestre” en un gran parque, donde se celebrarán exposiciones pecuarias, agrícolas, fabriles e industriales, carreras de caballos y de bicicletas, juegos de base-ball y regatas de botes en un lago artificial que se construirá represando el arroyo Juan de Toro.

Tomado de: Fondo Juárez Cano. Archivo Histórico Provincial de Camagüey.

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14 de abril de 2015

Cuba Contemporánea: La muerte de Sir William Van Horne


NOTAS EDITORIALES

WILLIAM VAN HORNE

El día 14 de septiembre último fue sepultado en Montreal, Canadá, un gran hombre a quien debe Cuba gratitud imperecedera por la obra que realizó aquí: Sir William Van Horne, constructor del Ferrocarril Central y alma de varias poderosas empresas que han contribuido extraordinariamente al adelanto de nuestra República.
La capital de la provincia de Camagüey le había nombrado su Hijo Predilecto, y en todos los ámbitos del territorio nacional era el nombre de Van Horne pronunciado con respeto y cariño. Hizo el bien dondequiera que su genio emprendedor le llevó, y en nuestra patria jamás hubo de mezclarse en los asuntos que a los cubanos únicamente corresponde resolver: supo mantenerse siempre en la discreta actitud que todo extranjero debe observar con respecto a los problemas nacionales del país donde reside o que visita.
El notabilísimo desarrollo alcanzado últimamente por las provincias de Camagüey y Oriente, a él se debe en gran parte, porque en poco tiempo realizó, después de nuestra emancipación de España, la magna obra de ese Ferrocarril Central que los españoles, en más de trescientos años de dominación y explotación, sólo supieron estudiar. Todas las provincias cubanas están hoy unidas por ferrocarril, gracias a Van Horne. Y en la hora de su enterramiento, a las diez y veinte minutos de la mañana del 14, todos los trenes que en Cuba funcionan bajo las órdenes de la Compañía fundada por él, suspendieron un minuto su marcha y los empleados se descubrieron en homenaje a su memoria. La nación expresó también el pesar que aquí produjo la muerte de quien tanto la favoreció: el Presidente de la República, en su nombre y en el de Cuba, dio el pésame oficialmente a la familia del benefactor y comisionó al Cónsul de Cuba en Montreal, señor Francisco Cañellas, para que concurriera al sepelio en representación de todos los cubanos. CUBA CONTEMPORÁNEA se une a tales expresivas manifestaciones de condolencia, y en recuerdo de Sir William Van Horne deja en sus páginas estas líneas en que pretende reflejar la tristeza del pueblo cubano.

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13 de abril de 2015

La "reforma agraria" soñada para Cuba por Sir William Van Horne en 1902

El siguiente discurso -muy poco conocido- fue pronunciado por Van Horne en la noche del 23 de noviembre de 1902 , en un banquete que se dio en honor suyo en el Liceo de Puerto Príncipe (oficialmente Camagüey en 1903), demuestra por un lado el cariño incondicional a nuestra ciudad, y por otro pone en tela de juicio lo que durante años la "historia oficial" y hasta la menos "oficialista", nos han endilgado como verdad suprema e irrebatible: que Sir William Van Horne era un viejito explotador que solo quería aprovecharse de Cuba. Algunos inclusive han llegado a afirmar que el conocido refrán "trabajar para el inglés" está inspirado en su persona. ¿Por qué respetados historiadores que viven en la isla eluden hablar de su amistad con Gonzalo de Quesada? ¿Por qué la copiosa correspondencia entre ambos nunca se ha reeditado después de 1959?
Confiemos en que algún día se valore sin apasionamientos políticos su legado al pueblo cubano, pero mientras esto sucede, les dejo con sus palabras, y que cada quien saque sus propias conclusiones:

Liceo de Camagüey a principios del siglo XX


«Siento no poseer suficientemente vuestro idioma para poder expresaros cuanto agradezco el honor que me hacéis esta noche, pero siendo las cosas como son, tendré que rogar a mi amigo y conciudadano, vuestro Alcides Betancourt, que traduzca las frases que os dirijo. He llamado al Señor Betancourt vuestro conciudadano, pero tal vez podría yo decir mi conciudadano, puesto que vosotros os habéis dignado hacerme hijo adoptivo de Camaguey -honor que no encuentro palabras suficientes para expresaros cuanto aprecio y del que espero hacerme algun dia merecedor-. Como camagüeyano adoptivo siento que ha aumentado en mi, como jamás antes pude sentirlo, el interés por todo aquello que afecte vuestra bella ciudad, y siento latir en mi mayores deseos de contribuir a su prosperidad. Me alegro de esta oportunidad para dirigirme a tantos ciudadanos prominentes e influyentes de Puerto Príncipe y tal vez no esté fuera de lugar manifestar algo respecto de los propósitos y política de "The Cuba Company", de cuyo éxito quizá dependan más intereses que os afectan que ninguno de vosotros pueda imaginarse en estos momentos.

"The Cuba Company"  no es meramente una compañía de ferrocarriles, ni una sociedad mercantil para el solo objeto de hacer dinero. Es una Compañía de fomento en su más alto grado, y el ferrocarril es simplemente el primer paso dado para realizar sus planes. Fue organizada para atraer grandes capitales que desenvuelvan las grandes riquezas naturales de Cuba y para hacer todo cuanto pueda para propender a que esta isla sea lo que debe ser, un inmenso y fructífero jardín y el hogar de un pueblo próspero y feliz. No pretendo que no hayamos pensado en alguna utilidad para nosotros, o que no esperemos nuestra recompensa a la larga sobre el capital invertido, pero ese producto no saldrá por medio de gages onerosos o exigencias desproporcionadas, sino que nuestra retribución nos vendrá por la reconstrucción del país, para llevar a cabo la cual seguiremos una política tan amplia y liberal que confiamos merecer vuestra simpatías y cooperación, pues trabajando en armonía con vosotros lograremos hacer mucho más que de otra manera.

No veo sino dos obstáculos que podrán propender a retardar el adelanto de Cuba; es el uno el estado algo caótico de la titulación de las tierras en muchas partes de la isla, asunto que el gobierno, debemos esperar, propendrá a rectificar, y que espero hará pronto. El otro obstáculo es que vastas áreas de terrenos en Cuba se hallan en manos de, relativamente, un reducido número de individuos, haciendo casi imposible que personas de escasos recursos puedan adquirir fincas para trabajarlas como propiedades suyas.
"The Cuba Company" ha tomado medidas encaminadas a remover esta cortaprisa, comprando muchas miles de caballerías de tierras que serán divididas en pequeñas fincas para ser vendidas a precios bajos y a plazos cómodos a colonizadores, y tengo la esperanza de que muchos de los grandes terratenientes de Cuba se convencerán pronto de que en su propio interés está dividir y vender parte de sus terrenos de la misma manera.

Camagüey, Casino Campestre en 1906

Estoy seguro que como resultado de esa operación, el remanente de sus tierras adquirirá pronto mayor valor que todas sus posesiones originales. La posesión general de las tierras por los habitantes de un país es la garantía más certera de un gobierno sano y conservador y siempre trae consigo prosperidad y riqueza.
Con objeto de disipar todo rumor ocioso respecto de las intenciones de la Compañía hacia esta ciudad, deseo manifestar que el Cuartel General desde donde operará la Compañía y sus talleres centrales serán establecidos permanentemente aquí. Esto deberá contibuir a un aumento considerable en la población y riqueza de esta ciudad y las ventajas que reportará aumentarán en importancia a medida que se vayan realizando los planes futuros de la Compañía.

Esta tarde tuve el gusto de visitar vuestro Casino Campestre y el lugar donde se celebran vuestras ferias y exposiciones. Lo que allí vi trajo a mi mente la idea de que esta ciudad debe tomar medidas inmediatas para propender a hacerse el centro de agricultura de Cuba, estableciendo una feria anual de lo mejor, erigiendo edificios adecuados y contribuyendo por medio de los atractivos necesarios al caso y administrándolo todo de una manera amplia y liberal, de modo que no solamente se exhiban en la feria productos de Camagüey sino de otras partes de Cuba, y aún de los Estados Unidos, México, Jamaica y otros países. Esto puede hacerse facilmente y será de resultado positivo, y "The Cuba Company" se alegrará de hacer cuanto esté a su alcance para propender al éxito de la obra.
Me propongo pasar un tiempo considerable todos los años aquí en esta ciudad y estoy siempre a vuestra disposición, tratándose de cualquier asunto en que yo pueda seros útil.

Os doy nuevamente las gracias por el honor que me hacéis esta noche».

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6 de abril de 2015

Revista Antorcha: Homenaje a Sir William Van Horne (1943)


El día 12 de este mes (1) se cumplieron 28 años de la muerte del ilustre hombre de negocios cuya actividad hizo historia en la civilización cubana. Este mismo año, el pasado tres de febrero, se cumplió el centenario de su nacimiento que debe tener para nosotros la significación y belleza de una alborada de progreso.
Ambos acontecimientos tienen resonancia en este homenaje que rendimos como respetuoso tributo a la admirable figura de quien unió las provincias orientales y occidentales, de esta joven República, con relucientes cintas de acero paralelas. Así como sus deudos y amigos habrán colocado ofrendas florales en la tumba que guarda los despojos del grande hombre en el cementerio de su pueblo natal, ANTORCHA dirige sus más aureos reflejos a la memoria de Sir William Van Horne, en pleitesía de admiración.
No puede resumirse el homenaje imperecedero en darle a una calle camagüeyana el nombre del prócer, en hacer mención mención a sus valores en una placa de bronce emplazada en nuestra estación ferroviaria; hemos de destacar en toda su estatura histórica a quien abrió brecha fecunda de civilidad, vena de adelanto económico, corriente de cariño entre los cubanos del este y del oeste: Sir William Van Horne merece y debe tener en el corazón de todos nosotros una lámpara votiva, un incensario que mantenga el recuerdo perenne del eminente ferrocarrilero, nimbado por los humos del afecto y gratitud.
Innegable que Sir William realizó un empeño industrial movido por los impulsos materiales que crean los negocios, pero su rápida y oportuna ejecución y los beneficios que de ello obtuvo Cuba, rodean el gesto de nobleza haciéndolo ascender justamente a la categoría de conquista de civilización.


En el campo de batalla, nuestros heroicos mambises forjaron la libertad a golpe de rudo brazo y a filo de hoja intrépida, y al convertirse en realidad el sueño libertario, el canadiense emprendedor y visionario crea un lazo indisoluble de espiritualidad familiar, tiende la alfombra de rieles por donde van al encuentro todos los cubanos: los hijos de la tierra de Maceo con los coterráneos de Marta Abreu. Sir William con su ferrocarril en las partes orientales acercó a los hermanos de Cuba para disfrutar de la independencia unidos para siempre.
Si la Reina Victoria concedió a Van Horne título de Caballero Jefe de San Miguel y San Jorge, por realizar en Canadá obra ferroviaria similar, los cubanos debemos elevar un ara en el recuerdo a Sir William para admirarlo con los quilates que corresponden a quien abrió un cauce por donde fluye energía, acción, progreso, como contribución patriótica al avance oportuno y veloz de nuestra civilización.
Al construirse el Ferrocarril de Cuba, que con el F. C. del Norte de Cuba constituirían los Ferrocarriles Consolidados de Cuba, Van Horne no solo lograba la reafirmación espiritual entre nosotros, sino el paso seguro hacia la firmeza económica del país. El Ferrocarril de Cuba hizo posible la creación de grandes negocios, el nacimiento de pueblos, industrias azucareras, cultivos intensos de la tierra, bases en que hoy se asienta la economía nacional, que tiene aportes poderosos en las llanuras camagüeyanas y en las montañosas y cálidas tierras orientales.
Tengamos a flor de labio y enraizada en el corazón una prez para el caballero intachable, artista exquisito y sentimental sencillo, que bajo la comba venerable de su frontal sintió la s vibraciones de la idea que su nervio puso en práctica inmediata, para que Cuba en los días primeros de su Independencia, orientara su destino hacia la prosperidad y el progreso.

1. Sir William Van Horne falleció el 11 de septiembre de 1915, no el día 12 como aquí se refiere.

Fuente: Revista Antorcha, Año I, número 3. Camagüey, septiembre 1943. Fondos de la Biblioteca Provincial "Julio A. Mella" de Camagüey. Agradecemos la colaboración de las bibliotecarias Mayelín Ramos y Aida Cortinas.

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20 de marzo de 2015

La compra de la quinta San Zenón de Buenos Aires (2)

Entrada a San Zenón de Buenos Aires. Camagüey, circa 1905.

La década del 20 augura serios cambios a San Zenón de Buenos Aires, al punto de convertirse en tema de interés entre políticos, instituciones sociales y privadas y población en general. La presencia en la prensa, local y nacional, la convierte en un símbolo de inquietudes sociales y políticas del período neocolonial, al tiempo que la revela como un código cultural para el territorio agramontino. Para unos, San Zenón significaba una valiosa posibilidad para buscar adeptos en una candidatura presidencial, si lograban convertirla en Escuela Normal para Maestros; para otros, devino posibilidad para que sus hijos estudiaran el magisterio en la localidad. Para el caso de los jóvenes, la idea de ver a San Zenón convertida en Escuela Normal ampliaba la posibilidad de contar con un oficio sobre el cual edificar una vida productiva y útil. El conjunto de aspiraciones que se funden en el antiguo edificio de San Zenón lo hacen merecedor de un espacio en el patrimonio intangible local. La necesidad de un local en función de escuela Normal para Maestros hace que el gobernador provincial Rogerio Zayas Bazán solicite a la Compañía del Ferrocarril de Cuba el arrendamiento de San Zenón de Buenos Aires a inicios de 1923. El señor Galdós, vicepresidente de dicha compañía en La Habana, es el encargado de vincular el asunto con Mr. Lakin, cometido que, según la correspondencia establecida en el tema, se redujo a excusas para visitar a Camagüey y promesas para gestionar el arrendamiento ante los herederos de Van Horne, sus legítimos dueños. A partir de entonces San Zenón comienza a figurar en las primeras páginas de los periódicos. La Región, por ejemplo, bajo el título “¿Por qué no se ha empezado a instalar la Escuela Normal?”, expresó en términos abiertamente irónicos los intentos de arrendar la Quinta de San Zenón, al tiempo que señalaba las condiciones constructivas generales que la hacían funcional para este fin. A este le siguieron otros, entre los que figuraron El Camagüeyano, que abordó las acciones llevadas a cabo por el Ferrocarril de Cuba para lograr disponer del edificio para sede de la Escuela Normal; y en el ámbito nacional, desde la capital, El  Heraldo de Cuba anunció abiertamente: “Un propietario se ha negado a dar en arrendamiento una casa para que en ella se instale una Escuela Normal”. Tales estrategias políticas no fructificaron de manera inmediata, de ahí que los camagüeyanos tuvieran que darse a la tarea de buscar alternativas en otras edificaciones. El interés del Gobernador en alquilar la casa de Temístocles Betancourt, en La Vigía, es prueba de las nuevas iniciativas, gestiones que culminan con la instalación provisional de la escuela en el antiguo Convento Hospital de San Juan de Dios, la cual inició sus clases el 3 de diciembre de 1923. Sorprende que, pese a la significación de este acto, El Camagüeyano no se hiciera eco de ello. La propuesta hecha a mister Lakin y herederos de Van Horne sobre el uso de la quinta parece haberles ocasionado cierta inquietud; de ahí que la sociedad anónima Cuba Land Company (Compañía Cubana de Tierras), oficializada en La Habana el 8 de julio de 1922 y con domicilio en esa ciudad, traslade a su cargo la propiedad de San Zenón de Buenos Aires. El puesto de presidente en la compañía lo ocupaba Mr. Lakin, mientras los herederos de Van Horne eran miembros principales.


San Zenón de Buenos Aires en 1927.

De esta forma la quinta no figuraría en manos de propietarios norteamericanos independientes, sino de una compañía, como lo fuera entre 1850 y 1892, cuando estuvo en patrocinio de catalanes. Sin embargo, aunque el señor Domingo Galdós había logrado inaugurar la Escuela Normal en el Convento Hospital San Juan de Dios, aquel no era el edificio ideal desde el punto de vista funcional; de ahí que el tema de una sede para la referida escuela permaneciera como asunto de debate en el seno del Ayuntamiento. En sesión ordinaria del 10 de marzo de 1925, por ejemplo, en el primer punto del orden del día se exponía la lectura “suscrita por los señores Barreto y otros concediendo un crédito de 3 000 pesos, para construir dos edificios en solar propiedad del Estado en la ciudad de Camagüey, uno para Escuela Normal y otro para la jefatura de obras públicas”. Por su parte, el Plan General de Obras Públicas, remitido al señor Galdós el 30 de junio de 1925, dejó claro que San Zenón de Buenos Aires era objeto de análisis a escala nacional; y entre sus acuerdos, “bajo el epígrafe Construcciones Civiles, en la Provincia de Camagüey, figura la expropiación de la Quinta San Zenón de Buenos Aires y terrenos no urbanizados al Sur del Casino Campestre y ampliación y embellecimiento del mismo”. En medio de la incertidumbre con relación al destino de la antigua cerería, Herbert G. Lakin, presidente de la Cuba Land Company, vende “a favor del Estado Cubano, representado por el doctor Mario Ruiz y Mesa en su carácter de Subsecretario de Hacienda de la República, la finca San Zenón en 80 mil pesos moneda oficial, venta realizada ante el notario doctor Regino Truffin y Pérez de Abreu, siendo registrada la propiedad el 18 de octubre de 1927”.


Tomado de:
TAMAMES HENDERSON, Marcos. Tras las huellas del patrimonio. Camagüey, Editorial Ácana, 2004.

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