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6 de noviembre de 2015

The Recreations of a Bussy Man






La revista "The Century Illustrate Monthly Magazine" publicó en su número correspondiente a noviembre 1920- abril 1921, este fragmento de la exquisita biografía de Sir William Van Horne escrita por Walter Vaugham.

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31 de octubre de 2015

Camagüey entre rieles

Artículo aparecido en el número 30 de la revista "Antenas" correspondiente a los meses de enero a junio de 2011. Su autor, Luis Díaz Cuervo, a quien recuerdo con mucho placer por un programa que salía al aire - o aún sale, no lo se- los domingos bien temprano en la mañana por Radio Cadena Agramonte,  y donde se conversaba de manera amena y absorbente sobre la historia y los habitantes de la otrora Santa María del Puerto del Príncipe.






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11 de septiembre de 2015

Centenario de la muerte de Sir William Van Horne (11 de septiembre de 1915)

 Van Horne en los jardines del Hotel Camagüey

Foto tomada de la revista Canadian Rail # 384 de 1983

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17 de agosto de 2015

Los puros o tabacos Van Horne


VAN HORNE 
Trimmed nailed wood box
Factory 38 Port 10-D
Series C (1935)
Thomas Harkness & Sons, Ltd., Montreal, Que.
CMC 2001.185.40 Tony Hyman Collection


The portrait of Canada's pioneer builder of the Canadian Pacific Railroad, William Cornelius Van Horne (1843–1915), is crowned by a locomotive, garlanded in maple leaves, and flanked by two scenes representing Canada's motto, "From Sea to Sea". (Note that Newfoundland, represented by the Cabot Tower and view of St. John's Harbour, left, hadn't yet entered Confederation when this label was printed.)
Van Horne was a famous cigar smoker (he developed the taste while building the Cuban railroad in 1900). In hospital towards the end of his life, he was forbidden by his doctor to smoke more than three cigars a day. The next day, a package arrived for Van Horne of custom made cigars, each 2 feet (60 centimetres) long and requiring four hours to smoke.

16 de agosto de 2015

Trabajar para el inglés


El periodista cubano Frank Cosme Valdés Quintana, asegura en este artículo de 2013, que la conocida frase "trabajar para el inglés" se debe a William Van Horne. No se de dónde el Sr. Cosme habrá sacado esa idea, pero lo cierto es que nunca escuché en Cuba que la misma estuviese inspirada en el canadiense. Todas las referencias encontradas, remiten mucho más lejos en el tiempo, como bien lo explica el arquitecto Pablo González Galant en su página:

"Antiguamente en las islas del Caribe (sobre todo en Cuba donde incluso la expresión se encuentra en algunas de sus canciones tradicionales), de dominación española, se empleaba a menudo. Estas islas se encontraban bajo amenaza inglesa y los transportes entre el continente americano y España estaban sometidos muchas veces a los ataques de sus barcos. Así que se llegó a decir que en realidad lo que transportaban, podría llegar a ser beneficio de los ingleses.
Es decir lo que España construía era para beneficio de los ingleses. Claro que lo que los españoles se habían llevado tampoco era suyo... Desde entonces la expresión se utiliza cuando tras haber realizado un trabajo, los frutos de éste los aprovechan quienes no han derramado una gota de sudor por llevarlo a cabo"

Revista Social, marzo, 1919

La revista Bohemia, ofrece otros posibles orígenes del refrán, pero tampoco relacionados con William Van Horne:

Revista Bohemia, octubre, 1985







11 de agosto de 2015

Una decepcionante habitación del Hotel Camagüey

En 1921 George H. Ham publicó "Reminiscences of a raconteur. Between the ’40s and the ’20s ", en uno de cuyos capítulos dedicado a William Van Horne, nos cuenta esta penosa anécdota relacionada con la decoración de una de las habitaciones del Hotel Camagüey.



 When Sir William was constructing this railroad, he decided to install a typical railroad hotel in Camaguey, and with his keen eye for detail he had an idea for its decoration.
“Why not fit up one of the parlors,” said he, “with panellings of the beautiful native woods of the island? It seems to me that such a room would interest visitors greatly, and give a handsome effect.”
His suggestion was carried out to the letter. Next time he arrived in Camaguey the hotel was practically complete, and Sir William recollected his hardwood room and expressed a desire to see it. There was a singular lack of enthusiasm on the part of the officials, and they didn’t make any effort to hurry out Sir William, who was deaf, dumb and blind to the beauty of the weather, the excellence of the service, and the sudden death of anybody’s great-grandmother. He wanted to see that hardwood room, and with drooping eyes and ears, everybody, checkmated, led him to it.
It had been panelled in all the different varieties of beautiful native hardwoods, according to schedule, from ceiling to floor. It had given a beautiful effect, as Sir William had foreseen. And then a gang of native painters, putting finishing touches on halls and corridors, had wandered in, observed its painlessness, and given it two heavy coats of ivory white.
Like the black on a colored person, it wouldn’t wash off, and ivory-white that parlor still is and provoked Sir William’s great disgust to his dying day.



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1 de agosto de 2015

El Tesoro de la calle Van Horne

Calle Van Horne. Biblioteca de la Universidad de Miami

Publicado por Eduardo Labrada en "Adelante"

Por estos días se cumplen 86 años del poco conocido incidente que la memoria de nuestra ciudad recuerda como “el caso de tesoro de Van Horne”. Les cuento.
En la mañana del 11 de marzo de 1929 se realizaban obras del alcantarillado y pavimentación de algunas calles principales de nuestra ciudad, tarea iniciada apenas un año antes.
En la plaza del Paradero o del Vapor, lugar donde hacen esquina las calles de Avellaneda y Van Horne, frente al Hotel Plaza, y donde ahora existe un pequeño parque sombreado pero que antes fue descampado espacio preferido por cocheros, vendedores de fritas, ostiones y tamales, una cuadrilla de obreros colocaba adoquines.
Estaban los trabajadores en esa labor cuando dos de ellos, que a fuerza de pico y pala cavaban hacia el centro de ese lugar, dieron a un metro de profundidad con una caja metálica de regular tamaño, perfectamente sellada. 

 Sorpresa. Curiosidad general, pues como la noticia del hallazgo pronto se propaló, un numeroso grupo de personas se congregó en el lugar.

El capataz de la cuadrilla, que debió ser un hombre rápido, exigió se le entregara el tesoro, así dijo, pues como era el jefe de esa fuerza tenía sus derechos y además, si aquellos dos peones no entregaban la caja de seguro que la policía del General Machado ya tendría tiempo de ocuparse del asunto. No por gusto se había colgado a tanto cuatrero.
La insinuación era precisa; un viaje sin escala desde la plaza del Vapor al Callejón del Pollo. Ese callejón es en la actual la avenida Madan Curie, en el reparto Previsora, pero por esos años era lugar preferido por la policía de la dictadura para lanzar los cadáveres de sus víctimas.
Convencidos pues con aquellas buenas razones, los trabajadores entregaron la caja al capataz que, ni corto ni perezoso corrió a buscarse una pata de cabra.
Pero aquí en Camagüey esos bretes vuelan rápido. Como el viento llego la noticia a oídos del ingeniero jefe de la obra quien infirió que, dado que el tesoro había aparecido en aquel lugar, el, que era el artífice del proyecto debía ser sin dudas el elegido para recibir aquel premio caído del cielo.
El ingeniero atajó al capataz en su frenética carrera y le ordenó entregarle la caja o no iba a comer más pan. Ateniéndose por demás a las consecuencias.
El capataz por supuesto entregó la caja....seguir leyendo aquí

Libro de Oro de los Ferrocarriles Consolidados de Cuba (1948)

J. Manuel de la Torre R. publicó en 1948 el "Libro de Oro. Biografías Ferroviarias" que reúne, a manera de homenaje, un bosquejo biográfico de más de cien empleados de los Ferrocarriles Consolidados de Cuba con 35 años de servicios continuos en la empresa. " Las vidas de estos hombres sencillos proclaman, elocuentes y definitivas, los valores del ferroviario cubano que evidencia integridad, nobleza, energía, voluntad y disciplina admirables".
Hemos selecionado a 4 de ellos, por sus vínculos directos con el "Hotel Camagüey" o con William Van Horne:







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9 de julio de 2015

Van Horne en la toponimia camagüeyana

La editorial Ácana presentó en la última Feria Cubana del Libro, "Calles y callejones de Camagüey. Entre la leyenda y la historia", del talentoso historiador Marcos Tamames Henderson. La obra quedará como libro de referencia obligada para los lugareños y turistas que quieran conocer un poco más sobre el origen del nombre de muchas de las calles de la ciudad. Es una pena que no haya sido editado con ilustraciones de época y/o actuales, pero comprendemos que el sistema de impresión utilizado no les permite hacer actos de magia. El índice completo puede consultarse aquí, donde también está siendo publicado por entregas, semanalmente. Sobre la proyectada estatua de Sir William Van Horne, de la que se habla en el texto, volveremos en otra entrada.


CALLE NUEVA, VAN HORNE, MARIO ARÓSTEGUI.

Surge con la construcción del ferrocarril en  1909 cortando en dos la manzana limitada por de Francisquito y de Ignacio Sánchez. Se extiende desde San Juan hasta de la Reina. Su reconocimiento como calle Nueva resulta expresión de modernidad, en un paisaje completamente construido.
Su bautizo está en función de reconocer la obra desarrollada en Camagüey por Sir William Van Horne, canadiense que no solo desarrolla el proyecto de trazar el ferrocarril Central de la isla sino además elige la región para los talleres centrales. La propuesta tiene lugar a cargo del concejal Armando Labrada en la sesión del 16 de junio de 1911, junto a topónimos como Campo de Marte, San Luis Beltrán, san Rafael, Santa Rita y San Martin.; pero no se tomó en consideración hasta el 10 de enero de 1922, fecha en que se acompañará de ambiciones mayores: “Colocar un busto en la explanada que forman las calles Avellaneda, Padre Olallo (delos Pobres), Francisquito y estación del Ferrocarril”. La respuesta fue concisa: “se estudiará si hay otra calle con ese nombre y con respecto al busto no es posible, pues allí se erigirá el del Lugareño”. Ante una figura extranjera, por más beneficios que haya traído al terruño, una autentica postura de patriotismo e identidad local.


La propuesta de 1922 estaba a cargo del Comité Pro-Homenaje a William Van Horne y fue analizada en sesión del 30 de mayo, ocasión en la que el concejal Salvador A. Lavera Santana recordaba que ya existía en el reparto Garrido un eje con ese nombre; Juan Acosta Álvarez, por su lado, sugería revocar el acuerdo que había dado nombre a la calle de Garrido y alegaba que la calle Nueva existía “en virtud de haberla abierto la compañía del Ferrocarril de Cuba, en época de Sir William Van Horne, al destruir edificios que allí existían con el fin de construir la actual estación de viajeros”. A ello agregaba el concejal Herrero “que todo el pueblo conoce la calle Nueva con el nombre de Van Horne, puesto que el mismo pueblo le ha designado ese nombre”; perspectiva desde la cual solo se trataba de legitimar en el marco oficial lo que por costumbre ya era un hecho. El 5 de junio de 1922 el alcalde municipal Andrés Morán daba por tomado el acuerdo.
Se rendía homenaje en la calle Nueva a William Cornelius Van Horne (Illinois, Estados Unidos, 1843- Canadá, [Montreal], 1915), quien en 1895 recibiera el título de Sir por la corona británica, y declarado Caballero Comendador de la Orden de San Miguel y San Jorge por sus aportes al desarrollo ferroviario de Canadá.



Los vínculos de Van Horne con el Camagüey surgieron a partir de su contacto con Gonzalo de Quesada y otros camagüeyanos en los Estados Unidos, lo que le hace visitar el Caribe en 1900, ocasión en que muestra interés por construir un ferrocarril centra en la isla, propósito para el cual funda la empresa The Cuban (sic) Company en Nueva Jersey el 24 de abril de 1900. En el proyecto de Van Horne, Camagüey fue una región especial. En abril de 1903, el gobierno cubano le cede en arrendamiento, por un plazo de veinticinco años , el antiguo Cuartel de Caballería , edificado en 1848 a la entrada de La Vigía y el 24 de noviembre de 1909 se hace efectiva la compra que hace de San Zenón de Buenos Aires a doña Catalina Vallejo, camagüeyana radicada en Barcelona. El periódico La Región, en artículo publicado en 1931, validó su figura con dos signos arquitectónicos al plantear:

Camagüey resultó beneficiado por las cualidades de aquel espléndido valiente. A nuestros días han llegado dos de sus empeños eprsonales, La Quinta San Zenón, donde está instalada la Escuela Normal, y el Hotel Camaguey, cuya adaptación dirigió personalmente, y cuyo magnífico patio fue surtido bajo su personal dirección con toda clase de plantas tropicales.

Su rebautizo por Mario Aróstegui arribó a ella posterior al triunfo de la Revolución y tomaba como elemento básico el hecho de que el bar El Capitolio tuvo el mártir de la lucha contra Batista algunas desavenencias con los militares de la dictadura. Con la demolición de este inmueble los veteranos colocaron allí un busto a Aróstegui que fue trasladado luego al parquecito de La Vigía para ser rehabilitado su microparque con el proyecto de la arquitecta Elizabeth García Vitar y el artista de las artes plásticas Jorge Luis Santana.

Mario Aróstegui o Van Horne, como todavía se le reconoce, pertenece al Casco Histórico.

© Marcos Tamames Henderson, 2014
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Mapa digitalizado por la Universidad de Wisconsin.

16 de junio de 2015

La llegada de Ferrocarril Central a Victoria de Las Tunas

Estación ferroviaria de Manatí, Las Tunas.

Al terminar la guerra contra España, Estados Unidos intervino en Cuba y se interesó por su red ferroviaria. Fue así como el ingeniero canadiense-norteamericano William Van Horne asumió la construcción del ferrocarril central, en específico de una línea que enlazara a Santa Clara con Santiago de Cuba.
Las obras comenzaron simultáneamente en ambas ciudades a fines de 1900. Miles de trabajadores fueron contratados. Finalmente, el 12 de noviembre de 1902 se colocó el último tramo de raíles y traviesas cerca de la ciudad de Sancti Spíritus. Se habían tendido 541 kilómetros de vía férrea. Tres días después partió de la estación habanera de Villanueva, rumbo a Santiago de Cuba, el primer tren que cubrió ese itinerario.
El paso del ferrocarril central por la otrora Victoria de Las Tunas tuvo su inauguración oficial el 16 de enero de 1903. Resultó una jornada de celebración. Según el periódico bisemanal El Eco de Tunas, «hubo fiesta y tocaron los acordeones de Florencio Sánchez y Mariano Ramírez».
La estación original era de madera y cinc. Por sus pésimas condiciones, en 1918 el Ayuntamiento Municipal acordó «interesar a la compañía ferroviaria la construcción de un local más apropiado a la importancia de la ciudad». Así, en 1927 se levantó el edificio de mampostería y tejas francesas que todavía conserva incólume aquella estructura.
Leer el artículo completo en Juventud Rebelde

Van Horne visto por el historiador Oscar Pino-Santos

El historiador cubano Oscar Pino- Santos (1928-2004) en plena década del 70, tuvo la dignidad de defender en este ensayo, que además fue "Premio Casa", los valores indiscutibles y la visión de William Van Horne. Otros, en cambio solo supieron ver las manchas:


"Van Horne fue sin duda una de las figuras más interesantes –y en cierto sentido determinante- de nuestros comienzos seudorrepublicanos. A diferencia de otros inversionistas yanquis, meros recortadores de cupones, el famoso fundador de la Canadian Pacific unía a su espíritu de iniciativa y organización una cierta conservadora pero amplia visión de porvenir. Su obra aquí –independientemente de su origen capitalista- no fue por completo negativa. Resultaría demasiado simplista, por ejemplo, desconocer el papel influyente que la construcción del ferrocarril de Santa Clara a Santiago de Cuba jugó en la evolución formativa de la nación cubana. Y parecería menos injusto dejar de reconocer su oposición inicial al latifundio y su honestidad al plantearle al gobierno interventor las ventajas de un régimen tributario que gravara las grandes fincas improductivas y favoreciera el desarrollo de un sistema de pequeñas granjas agrícolas. Como señalo Jenks, “toda la historia social de la República de Cuba habría quedado alterada”, si aquel proyecto se hubiese puesto en práctica. Pero Wood sabía más que eso, y la vida demostró que tales concepciones hubieran sido de todos modos anuladas por las realidades del proceso histórico- económico. Aparte, difícilmente el mismo Van Horne hubiera sido capaz de impulsar exitosamente sus ideas limitado como estaba por su ideología mercantilista y la propia ejecutoria de su carrera en nuestro país. Así el sistema de pequeñas granjas – en sus lucubraciones- no representaban económicamente sino la base de una amplia clientela para su negocio ferroviario y, políticamente no tenía otra sustentación teórica que sus tesis en el sentido de que “los países en que es mayor la proporción de personas que poseen la tierra prevalece el conservadurismo y se desconocen las insurrecciones” . Aparte de ello, Van Horne, el opositor al latifundio en 1900, murió quince años después como presidente de una empresa azucarera –La Cuba Co.- que poseía en Camagüey 500 caballerías y en Oriente 2807".





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13 de junio de 2015

Canadá- Cuba: Sesenta años de relaciones bilaterales (2007)

Como no es mi interés personal adentrarme en el tema de las relaciones Canadá- Cuba más allá de 1915, obvio las motivaciones que sus autores tuvieron para escribir el libro, y que han sido bien argumentadas en los agradecimientos del mismo. Me limito a citar parte del capítulo 1, dedicado al escenario histórico en que comenzaron las relaciones entre ambos países, pasando por el establecimiento del primer consulado de Cuba en Canadá, en el pueblo pesquero de Yarmouth, Nueva Escocia, allá por el lejano año de 1903. Me ha resultado curioso y gratificante el reconocimiento de la amistad que hubo entre William Van Horne y Gonzalo de Quesada, hasta ahora escamoteada o digamos mejor "disimulada" por otros prestigiosos historiadores cubanos, como Oscar Zanetti Lecuona y Alejandro García Álvarez (Caminos para el azúcar. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1987).



"Entre los más destacados hombres de negocios canadienses que vinieron a Cuba a la vuelta del siglo se encuentra William Cornelius Van Horne, descrito con precisión por Peter McFarlane como "el clásico capitalista de la era victoriana" (1). Nacido en Illinois en 1843, Van Horne se convirtió en una leyenda en Canadá por su gestión en la terminación del ferrocarril transcontinental para la Canadian Pacific Railroad Company (CPR). Pronto se convertiría en presidente de esta corporación, obtendría un título nobiliario debido a su proeza ferroviaria, y sería premiado como ilustre ciudadano de Canadá. En una de sus numerosas y arriesgadas empresas (esta vez en las inversiones de pulpa y papel en Québec y Nuevo Brunswick), su socio fue el general Russel A. Alger, secretario de guerra del presidente McKinley desde 1897 hasta 1899. Fue precisamente Alger quien invitó a Van Horne a acompañarlo junto con Eliu Root (secretario de guerra desde 1899 hasta 1909) en una gira alrededor de la Isla en busca de promisorias empresas de negocios. Con compañeros de viaje de esta altura, era evidente que las operaciones comerciales de Van Horne serían muy bien vistas durante la ocupación norteamericana en Cuba entre 1898 y 1902. Su propio talento de hombre emprendedor y su historia en Canadá con la compañía CPR, junto con el claro mercado para expandir a gran escala la red ferroviaria en Cuba, y aquellos vínculos políticos con Estados Unidos, le auguraban un buen futuro en sus intereses de negocios en Cuba a principios del siglo XX. Es importante también reconocer que él cultivaba una amistad con Gonzalo de Quesada, uno de los líderes en la lucha independentista contra España y compañero de José Martí, el líder espiritual de la guerra de 1895-1898. De Quesada se convierte en Embajador de Cuba en Washington después de la derrota de las fuerzas españolas y a menudo fue invitado a visitar la hacienda de Van Horne en Nuevo Brunswick.

Al principio, Van Horne estaba interesado en electrificar el sistema de tranvías de La Habana, un proyecto en el cual Edwin y William Hanson, de Montreal, eran rivales en la discusión por obtener el contrato. Más tarde, luego de haber perdido esa lucha frente a otras empresas, se dio cuenta de que un proyecto aún más provechoso desde el punto de vista financiero sería el de establecer un sistema ferroviario a escala nacional en Cuba. Después de realizar la investigación apropiada y empleando un efectivo lobby en Washington referente a la conveniencia del proyecto, Van Horne ayudó a fundar la Cuba Company, la cual fue constituida en sociedad anónima en Nueva Jersey en 1900. Para 1902, el primer tramo de la línea fue trazado, y Van Horne siguió extendiendo el sistema por unos diez años más, además de comprar los intereses lucrativos del negocio en el sistema de tranvías e ingenios".

(1) McFarlane, Peter: Northern Shadows: Canadians and Central America. Between the Lines, Toronto 1989.

John M. Kirk y Peter McKenna. Canadá- Cuba. Ssenta años de relaciones bilaterales. Ed. Ciencias Sociales. La Habana, 2007. Isbn: 9789590609435

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8 de junio de 2015

The Burlington Magazine for Connoisseurs: Obituary


Sir William van Horne was one of the most striking and picturesque figures among the great collectors of America. A big, burly figure overflowing with vitality, he took his chances in society as he had taken them in the backwoods of Canada, with a genial and unpretentious simplicity of manner. He did not care to hide behind the entrenchments of etiquette and formality with which most of the newly rich protect their sensitiveness to criticism. On his frequent visits to New York he would put up at one of the big hotels.  There he was entirely accessible to anyone who would spend long nights in the saloon over  innumerable tankards of German beer discussing  Japanese pottery, the ideal planning of cities,  Chinese scripts, Dutch painting, cattle breeding and  bacon curing, or who would listen to his racy  descriptions of his adventures in planning the  Canadian Pacific Railway.

At his home in Montreal his guests would spend the day looking at his vast and varied collections of old masters and of Japanese pottery. In the evening discussions on some of his so diverse hobbies would go on till well into the early hours, and it was currently believed that when all his comparatively youthful guests had at last dropped off to bed. Sir William retired to an immense attic fitted up as a studio, and there by the aid of an intense arc light would begin to paint one of the ten-foot canvases of Western Canadian scenery which filled up any gaps in his walls as yet uncovered by old masters.

His curiosity and his power of acquiring knowledge were as insatiable as his energy was restless and untiring. In his attitude to art these characteristics were apparent. His temperament and his past life had been too active to allow of any profound or contemplative enjoyment of beauty. Whatever his unusual faculties enabled him to grasp in a rapid glance he enjoyed exuberantly, but beyond that he never cared to penetrate, too many other curious and odd interests being at hand to solicit his attention. I believe his knowledge of Japanese pottery was remarkable, but I think what attracted him most was the possibilities of connoisseurship which this study afforded him.

He used at one time to offer to tell the maker of a piece without seeing it, by feeling it with his hands held behind his back, on condition that if he was right the piece should be his, and if wrong he should pay a forfeit; but, according to his own account, he was so frequently right that the Japanese collectors with whom he played the game, finally fought shy of the ordeal. His collection of old masters, as may be imagined, was as varied and odd as his tastes. It was full of out of the way and curious things which other collectors would have overlooked, but as far as I recollect it was not a choice collection, and contained few indisputable masterpieces. But I may be under- estimating it, for certainly after all these years, and having only once visited his collection, I find my memory of Sir William van Home's personality, of his abounding vitality, and his rough-and-ready comradeship more interesting and arresting than any of the objects which he had acquired. ROGER FRY

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5 de junio de 2015

Van Horne inspeccionando la construcción del Canadian Pacific Railway


The building of the Canadian Pacific Railway was directed by the genius of William Cornelius Van Horne (later to be Sir William). Here is a rare glimpse of the great general manager at Stoney Creek, B.C. on one of his inspection trips, surrounded by a group of his associates and assistants.

Foto tomada del libro "Canadian Railways in pictures", de Robert F. Legget. Editado por Douglas, David & Charles, 1977.

© The Glenbow Foundation, Calgary.

1 de junio de 2015

The Last Spike


On 14 Jun 2012 the Canadian Museum of Civilization in Gatineau, Quebec, acquired the silver Last Spike that symbolizes the 1885 completion of the Canadian Pacific Railway and the uniting of the country from sea to sea. This historic artifact was donated to the Canadian Museum of Civilization by the heirs of William Van Horne, the legendary railway executive who led the CPR construction project. The donation was unveiled today at the Canadian Pacific Railway Pavilion in Calgary.

This silver ceremonial spike was to be carried west in 1885 by the Governor General, Lord Lansdowne. He was supposed to hammer it into the track during the now-famous Last Spike ceremony at Craigellachie, British Columbia. Unfortunately, Lord Lansdowne, with the spike in his possession, was unable to make it to the ceremony. He later had the spike mounted on a stone base and sent as a gift to Van Horne.

Held privately by the family for the past 125 years, the Last Spike will be on display at the Museum of Civilization following its premiere in Calgary....seguir leyendo

22 de mayo de 2015

Kenneth Oppel: Le Prodigieux

El escritor canadiense Kenneth Oppel (Vancouver, 1967) reconocido por sus novelas para adolescentes, recién publicó “The Boundless”, traducido al francés como "Le Prodigieux", que recrea mezclando historia y fantasía, una parte entrañable de la historia de Canadá, la construcción del ferrocarril que atravesó el país de costa a costa. El personaje principal, Will Everett se inspira en el niño que aparece en la famosa foto de "el último clavo".


Un fragmento del primer capítulo:

Will court le long du quai pour contourner le train. Peut-être parviendra-t-il à rattraper la fille. Un homme surgit soudain du wagon de passagers et Will le percute de plein fouet avant de s’étendre de tout son long. En se relevant tant bien que mal, il aperçoit des chaussures scintillantes, bien campées sur le quai.
— Désolé, monsieur ! lance-t-il à l’attention du gentleman. C’est un type à la forte carrure. Pas étonnant qu’il ne se soit pas effondré. Il arbore une moustache et une barbe taillée avec soin. Sur sa tête carrée, ses cheveux ne commencent qu’au milieu du crâne. Son veston et son manteau élégants se tendent sur son ventre ferme. Will est surpris de découvrir dans ses yeux de l’amusement et non de la colère.
— Tu es rudement pressé, petit.
— Désolé, monsieur, mais… il y a une fille… qui m’a pris quelque chose…
— Ah ! Elle a dérobé ton cœur ?
Le visage de Will s’empourpre.
— Non, bredouille-t-il, honteux. Ma dent de sasquatch.
— Ah bon ? lance le gentleman, intrigué.
Se penchant, il ramasse le carnet à dessins de Will, un peu tordu. Il hausse les sourcils en examinant les croquis. Will donnerait n’importe quoi pour disparaître, avec ou sans une bouffée de fumée. Mais il est hors de question qu’il reparte sans son carnet. Et il ne peut tout de même pas exiger de l’homme qu’il le lui rende.
— Jolies images, déclare celui-ci. Si je comprends bien, un membre de ta famille travaille au chemin de fer. Will s’oblige à regarder l’homme dans les yeux.
— Mon père, monsieur. Je l’attends.
Will a l’impression d’avoir déjà vu ce gentleman. Mais où ?
— Il est là-haut, dans les montagnes ? Comment s’appelle-il ?
— James Everett.
Le gentleman esquisse un geste bourru de la tête.
— Un homme de qualité.
Will se demande si l’homme lui joue un tour.
— Vous le connaissez ?
— Bien sûr. Je me fais un point d’honneur de connaître mes meilleurs employés. J’administre le Canadien Pacifique. Je m’appelle Cornelius Van Horne.
Van Horne lui tend la main. Pendant un moment, Will est paralysé. Bien sûr qu’il le connaît, cet homme ! Il a vu sa photo dans les journaux. Son père a mentionné son nom dans ses lettres. Depuis cinq ans, Van Horne surveille les moindres aspects de la construction du chemin de fer. À la fois directeur général, ingénieur, visionnaire – et, selon le père de Will, un maître implacable. Toutefois, Will sait aussi par son père que l’homme avait ouvert un chemin dans la forêt vierge avec un sac de quarante livres sur le dos et franchi à gué une rivière aux eaux tumultueuses. Will lui serre la main. La poigne du baron des chemins de fer est à la fois rapide et forte.
— Comment t’appelles-tu ? lui demande Van Horne.

— William Everett, monsieur.





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12 de mayo de 2015

VAN HORNE, el Creador del Ferrocarril Central de Cuba (1)


Por: Herminio Portell Vilá (1901-1992)

William Cornelius Van Horne, el gran constructor de ferrocarriles y genio impulsor del progreso de las tierras vírgenes de América, fue un verdadero ciudadano del Nuevo Mundo, leal a todos los países a los que llevó sus empresas fecundas y sin preocuparse poco ni mucho por los prejuicios nacionales, raciales o religiosos. Los Van Horne habían venido a América en los días de gloria de la República Holandesa, en el siglo XVII, y se habían establecido en Nueva Amsterdam, una pequeña factoría sobre la isla de Manhattan, en la desembocadura del Hudson, que años más tarde se convertiría bajo la dominación inglesa en la ciudad de Nueva York. Eran pues, del grupo de colonizadores que como los Roosevelt, los Stuyvesant y otros muchos, serían los cimientos de la sociedad colonial norteamericana. Durante muchos años los Van Horne permanecieron en Nueva York y se distinguieron en el comercio, la agricultura, el clero, etc; pero hacia 1832 uno de sus descendientes, Cornelius Covenhoven Van Horne, decidió incorporarse al gran movimiento de la colonización del Oeste y se estableció en Chelsea, sobre el valle del Illinois y junto al camino de Oregón por el cual pasaban los pioneros más audaces que iban hacia la costa del Pacífico. Cornelius Covenhoven Van Horne casó en segundas nupcias allá por 1842 con Miss Margaret Minier Richards, de Pennsylvania y el 3 de febrero de 1843 nació el mayor de sus hijos, William Cornelius.

Vivian los Van Horne sin grandes comodidades en una granja poco cultivada, porque el jefe de la familia era abogado y se dedicaba mayormente a esa profesión, y toda aquella comarca era atrasada y casi desierta, por lo que no había posibilidad de ir a la escuela. En la tradicional cabaña de troncos de árboles transcurrieron los primeros años de vida de William Cornelius Van Horne, sin tener otras distracciones que el dibujar con un pedazo de pizarra o de plomo, o recoger piedras que le interesaban por su brillo o por su forma. Así, sin embargo, surgían en él, a temprana edad, las que después serían sus aficiones dominantes y que lo convertirían en pintor y geólogo de gran distinción.
En 1851 los Van Horne vendieron la granja y se fueron a vivir en el pueblo de Joliet, Illinois, donde el abogado neoyorkino, amigo de Abraham Lincoln y de Stephen Douglas, dos letrados cuyo porvenir nadie podía adivinar por entonces y que tenían cierto renombre entre los políticos de Illinois, se proponía hacer fortuna. Cuando Joliet se convirtió en municipio, Van Horne fue electo el primer alcalde del mismo. Sus hijos asistían a la escuela local y William se distinguía notablemente como el primero de los alumnos en la clase y también por su carácter independiente y por la seriedad con que dedicaba sus ratos de ocio a coleccionar los fósiles que recogía en sus excursiones por los alrededores del pueblo. La epidemia de cólera de 1854 lo dejo huérfano de padre cuando solo tenía once años de edad, y cuando la viuda de Van Horne trató de arreglar los asuntos de la familia se encontró con que todos los bienes eran cuentas incobrables y contra las cuales había que enumerar muchas otras, debidas y para el pago de las cuales los acreedores no querían esperar. Hubo que venderlo todo y reducirse a una choza; pero la energía de la madre y el sentido de responsabilidad que revelaba el primogénito hicieron posible que la familia pudiese ir tirando, aunque con múltiples privaciones.

William recorría las casas de Joliet con su hacha y se ofrecía para cortar leña por unos cuantos centavos; pero un día le cayó en gracia al jefe del centro telegráfico de la población y le dio permiso para que distribuyese a domicilio los despachos recibidos, con lo que se ganaría las propinas. Las horas en que no estudiaba en la escuela, el niño se las pasaba en la oficina de telegrafía y con su despierta inteligencia no tardó en familiarizarse con el alfabeto morse y los aparatos de transmisión y recepción. Los telegrafistas le enseñaron el oficio, primero por diversión y después para que  les relevase por pequeños periodos de tiempo mientras ellos echaban una partida de naipes o iban al café. En 1856, cuando Lincoln visitó a Joliet en su campaña política, el telegrama descriptivo de la recepción y del discurso de la abolición de la esclavitud pronunciado por Lincoln, fue redactado y enviado por aquel niño de trece años de edad. Al año siguiente ya Van Horne era telegrafista del Ferrocarril Central de Illinois y ayudaba más eficazmente a su familia. Pasó después como despachador al Ferrocarril Central de Michigan y un día cuando apenas si había cumplido quince años, se apareció en el despacho del superintendente general para proponerle que construyese una línea telegráfica independiente, administrada por la compañía para el uso público y de la cual el sería el operador. Aceptada la oferta, Van Horne estuvo a cargo del nuevo circuito y reportó los incidentes del famoso duelo oratorio entre Lincoln y Douglas, los antiguos amigos de su padre, acerca de la esclavitud, que agitaban poderosamente a la opinión norteamericana y anunciaban la Guerra de Secesión  si no llegaba a tiempo la solución del conflicto planteado. Van Horne dominaba tan bien la técnica de transmisión telegráfica que podía recibir mensajes simplemente por el sonido y en aquellos tiempos esta habilidad le constituía en telegrafista muy experto. Serviríale además, en el futuro, poderosamente, en su carrera de constructor y administrador ferroviario.

Hacia 1859 la pequeña estación de ferrocarril en Joliet recibió por sorpresa la visita del superintendente general de la compañía. Van Horne recibió el despacho que anunciaba la llegada cuando no había tiempo para nada más y corrió con él al jefe y se lo mostró. A toda prisa se instruyó al personal para que estuviera en sus puestos y Van Horne, por su juventud fue dejado a un lado. El tren especial llegó y de él bajó un hombre de imponente apariencia con sombrero de copa y envuelto en un amplio guardapolvo, quien permaneció junto al estribo del coche, en espera de ser cumplimentado. Avanzó humilde el jefe de estación  y le saludó respetuosamente mientras el visitante le contestaba con estudiada circunspección, detrás de la cual se advertía el aire de mando. Presentados los empleados, cada uno de ellos tuvo un reconocimiento menor según su categoría y Van Horne no se acercó, sino que se quedó contemplando todo aquello como ensimismado. A poco el convoy emprendió la marcha, con la misma solemnidad, y uno de los empleados se acercó y pregunto a Van Horne:
- ¿En qué piensas, Bill? Te has quedado mudo al ver al superintendente general…
Pero la respuesta lo dejo asombrado, porque el muchacho dijo:
- Estaba pensando en que debe ser una gran cosa desempeñar un puesto como ese. Hay gloria, hay orgullo y hay dinero en tener ese cargo. He resuelto llegar a ser superintendente general de ferrocarriles…(continuará)

Nota: Se ha respetado la sintaxis y ortografía original del artículo.

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20 de abril de 2015

Comienzo de las obras del Hotel Camagüey (1904)


El lunes entrante, o sea, pasado mañana se dará comienzo a la obra de convertir los antiguos cuarteles de Caballería e Infantería de La Vigía en un magnífico hotel. Los planos, aprobados por Sir William Van Horne han sido entregados al ingeniero que ha de dirigir la obra, señor Ignacio E. Agramonte Simoni. El nuevo establecimiento será conocido por “Hotel Camagüey”, y Sir William se propone montarlo a la altura de los mejores de los Estados Unidos. Las vajillas y mantelerías rotuladas “Camagüey” han sido ya pedidas a Inglaterra. Las camas serán todas de bronce y el mobiliario adecuado a nuestro clima tropical. Las habitaciones serán todas espaciosas y bien ventiladas. Habrán salones para banquetes, recepciones y bailes. También habrá profusión de baños y otras comodidades. En una palabra, habrá confort y lujo.
En la azotea del hotel se construirá un jardín para conciertos al estilo de los roof gardens de los Estados Unidos.
Hablando con entusiasmo de su hotel, decía Sir William hace noches en el “Liceo” –El “Hotel Camagüey” será sin duda el mejor de Cuba y nada tendrá que envidiar al mejor de América.
Cubiertos pertenecientes al Hotel Camagüey. Cortesía de Aimée Chau Rodríguez

Y felicitado por algunos de los señores presentes por el éxito de sus planes, que tanto han de propender al engrandecimiento del Camagüey, aclaró que el feliz resultado de su proyecto lo debía mayormente a la buena acogida que habían dispensado a su idea los señores Yero y García quienes, dándose cuenta exacta de la importancia de la obra para nuestra región, procedieron, en su carácter de Secretario de Gobernación el primero y de Hacienda el segundo, con tanta determinación y prontitud, como pocas veces suele hacerse en las esferas de gobierno alguno. Sir William elogió el proceder de esos señores y el espíritu público que anima a los cubanos. Agregó que le era muy grato, y le servirá de aliciente para emprender otros trabajos, la liberalidad, la inteligencia y el amplio criterio, así como la prontitud con que se había procedido nuestro gobierno en el asunto. Terminó diciendo que, solamente debido a esa determinación y prontitud de nuestro Gobierno, podía el asegurar a sus conciudadanos del Camagüey que el hotel, que tantos beneficios reportará a esta ciudad, quedará terminado para fines de este año.
Los ingenieros están, en la actualidad, trabajando en los planos para convertir el “Casino Campestre” en un gran parque, donde se celebrarán exposiciones pecuarias, agrícolas, fabriles e industriales, carreras de caballos y de bicicletas, juegos de base-ball y regatas de botes en un lago artificial que se construirá represando el arroyo Juan de Toro.

Tomado de: Fondo Juárez Cano. Archivo Histórico Provincial de Camagüey.

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