4 de marzo de 2015

Cuartel, hotel y museo (1)


El presente artículo forma parte del libro inédito "Retrato en vivo de un museo", del fallecido periodista camagüeyano Ariel García Suárez (1924- 2002)



Según asientos en el tomo único de la Real Hacienda correspondiente a los años 1836-1855, la venta del solar situado en el paraje conocido como La Vigía, en la ciudad de Puerto Príncipe (hoy Camagüey), se registró mediante el pago de 794 pesos y cuatro reales, siendo adquirido por el Gobierno Español de su legitima propietaria doña Soledad Sánchez, quien lo había heredado de su difunto padre Bernabé Ignacio, de igual apellido.
La transacción se legalizó el 13 de diciembre de 1845 ante José María Álvarez, escribano de la Real Hacianda, cuando ya estaba en construcción, desde mayo del propio año, el proyecto para el Cuartel de los Lanceros del Rey, siendo dirigidos los trabajos por el teniente coronel Juan Campuzano, comandante de ingenieros en el distrito militar de Puerto Príncipe. El frente de la extensa edificación daba entonces a la calle de La Vigía (Avenida de los Mártires) y al fondo con la de Pobres, entre las calles transversales llamadas de Ignacio Sánchez y Rotario.
Consta en archivos que desde el 29 de mayo de 1844 se había subastado el suministro de materiales para la obra del Cuartel de Caballería, contrato que fue suscrito con Manuel Mendiola en lo referente al abasto de cal, y con Pedro Alcántara tocante a ladrillos y tejas de barro cocido, que eran por aquellos tiempos los elementos básicos locales para levantar fabricaciones perdurables.
El magnífico recinto castrense, respondía, entre otras cosas, a las manifestaciones incipientes y aisladas contra la dominación hispana, que siguieron a la protesta pública de la plaza Santa Ana, en 1822, y luego el abortado movimiento conspirativo lidereado por el protomártir cubano Francisco Agüero y Velazco ("Frasquito"), ahorcado en la Plaza Mayor de Puerto Príncipe, el 16 de marzo de 1826, tras desembarcar por las costas de Santa Cruz del Sur con la idea de ponerse al frente de una rebelión de corte independentista. Tal conato no fructificó por la delación comprobada y ruptura de Manuel Andrés Sánchez y Pérez, el otro complotado principal, que a pesar de su traición también fue condenado a morir en la horca.
El edificio del cuartel, de sobrio estilo militar, concebía dos plantas insertadas en el centro de cada lateral, se erigió a un costo sobre los 60 000 pesos fuertes, y fue uno de los mejores de su tipo en la isla. Poseía un inmenso patio interior y aspilleras defensivas situadas convenientemente, amén de estar fortificado con parapetos, baluartes y muros de grueso espesor. El bastión español quedó terminado a finales de agosto de 1848, y desde los primeros momentos mostró la intención represiva de sus funciones.
Así fue que, tres años después de ser inaugurado, el Cuartel de Caballería sirvió de prisión al abogado y revolucionario puertoprincipeño Joaquín de Agüero y Agüero, quien víctima de una confidencia fue capturado en la zona de Juracal, por encabezar el alzamiento armado de 1851 contra el poder colonial de la metrópoli. En el propio cuartel  sesionó el Consejo de Guerra, y además de Agüero estuvieron encarcelados allí sus compañeros de lucha e infortunio Miguel Benavides Pardo, Fernando de Zayas Cisneros y Tomás Betancourt Zayas, todos fusilados el 12 de agosto de 1851 en la sabana de Beatriz Méndez.
El Cuartel de Caballería de los Lanceros del Rey, se impuso como tal hasta el 31 de diciembre de 1898, cuando fue abandonado por las fuerzas españolas luego que éstas entregaran Puerto Príncipe al ejército norteamericano. Al día siguiente se inició el funesto período de la primera intervención militar yanqui (1899-1902), que tantas lágrimas, humillaciones y saqueo de sus bienes costó al pueblo de Cuba.



Concluida la primera etapa de la ocupación foránea, el "gobierno cubano" cedió en arrendamiento el otrora Cuartel de Caballería a la empresa ferroviaria The Cuba Railroad Company. La operación concertada por un término mínimo de veinticinco años, se ajustó el 3 de abril de 1903 en la suma miserable de ochenta y tres pesos con treinta y tres centavos mensuales, insertada una cláusula leonina "made in usa", que legitimaba la prórroga del convenio por otro cuarto de siglo, añadido un aumento ridículo del alquiler.
El espacioso edificio, adaptado y remodelado, se convirtió en el hotel Camagüey  desde el mes de enero de 1905, al servicio de los viajeros pudientes del ferrocarril. Tal como hizo la empresa trasnacional con el hotel Casa Granda, en Santiago de Cuba. En el nuevo hotel de setenticinco habitaciones se instalaron los primeros servicios sanitarios modernos de la provincia agramontina, en lo que significó un adiós sin nostalgia a la antihigiénica letrina.
Allí se hospedaron los famosos cantantes liricos españoles Esperanza Iris e Hipólito Lázaro, los aviadores hispanos Mariano Barberán y Joaquín Collar, héroes del vuelo Sevilla- Camagüey, así como otras personalidades de la política, la ciencia, el arte y los negocios. De ese modo, el antes cuartel de caballería, joya arquitectónica de estilo depurado del Camagüey colonial, pasó a ser hotel de cierta categoría bajo el tutelaje empresarial de los nuevos conquistadores.

 © www.elhotelcamaguey.com

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