Como no es
mi interés personal adentrarme en el tema de las relaciones Canadá- Cuba más
allá de 1915, obvio las motivaciones que sus autores tuvieron para escribir el libro,
y que han sido bien argumentadas en los agradecimientos del mismo. Me limito a
citar parte del capítulo 1, dedicado al escenario histórico en que comenzaron
las relaciones entre ambos países, pasando por el establecimiento del primer
consulado de Cuba en Canadá, en el pueblo pesquero de Yarmouth, Nueva Escocia,
allá por el lejano año de 1903. Me ha resultado curioso y gratificante el
reconocimiento de la amistad que hubo entre William Van Horne y Gonzalo de
Quesada, hasta ahora escamoteada o digamos mejor "disimulada" por otros prestigiosos
historiadores cubanos, como Oscar Zanetti Lecuona y Alejandro García Álvarez (Caminos para el azúcar. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1987).
"Entre los más destacados hombres de negocios canadienses que vinieron a Cuba a la vuelta del siglo se encuentra William Cornelius Van Horne, descrito con precisión por Peter McFarlane como "el clásico capitalista de la era victoriana" (1). Nacido en Illinois en 1843, Van Horne se convirtió en una leyenda en Canadá por su gestión en la terminación del ferrocarril transcontinental para la Canadian Pacific Railroad Company (CPR). Pronto se convertiría en presidente de esta corporación, obtendría un título nobiliario debido a su proeza ferroviaria, y sería premiado como ilustre ciudadano de Canadá. En una de sus numerosas y arriesgadas empresas (esta vez en las inversiones de pulpa y papel en Québec y Nuevo Brunswick), su socio fue el general Russel A. Alger, secretario de guerra del presidente McKinley desde 1897 hasta 1899. Fue precisamente Alger quien invitó a Van Horne a acompañarlo junto con Eliu Root (secretario de guerra desde 1899 hasta 1909) en una gira alrededor de la Isla en busca de promisorias empresas de negocios. Con compañeros de viaje de esta altura, era evidente que las operaciones comerciales de Van Horne serían muy bien vistas durante la ocupación norteamericana en Cuba entre 1898 y 1902. Su propio talento de hombre emprendedor y su historia en Canadá con la compañía CPR, junto con el claro mercado para expandir a gran escala la red ferroviaria en Cuba, y aquellos vínculos políticos con Estados Unidos, le auguraban un buen futuro en sus intereses de negocios en Cuba a principios del siglo XX. Es importante también reconocer que él cultivaba una amistad con Gonzalo de Quesada, uno de los líderes en la lucha independentista contra España y compañero de José Martí, el líder espiritual de la guerra de 1895-1898. De Quesada se convierte en Embajador de Cuba en Washington después de la derrota de las fuerzas españolas y a menudo fue invitado a visitar la hacienda de Van Horne en Nuevo Brunswick.
Al principio, Van Horne estaba interesado en electrificar el sistema de tranvías de La Habana, un proyecto en el cual Edwin y William Hanson, de Montreal, eran rivales en la discusión por obtener el contrato. Más tarde, luego de haber perdido esa lucha frente a otras empresas, se dio cuenta de que un proyecto aún más provechoso desde el punto de vista financiero sería el de establecer un sistema ferroviario a escala nacional en Cuba. Después de realizar la investigación apropiada y empleando un efectivo lobby en Washington referente a la conveniencia del proyecto, Van Horne ayudó a fundar la Cuba Company, la cual fue constituida en sociedad anónima en Nueva Jersey en 1900. Para 1902, el primer tramo de la línea fue trazado, y Van Horne siguió extendiendo el sistema por unos diez años más, además de comprar los intereses lucrativos del negocio en el sistema de tranvías e ingenios".
(1) McFarlane, Peter: Northern Shadows: Canadians and Central America. Between the Lines, Toronto 1989.
John M. Kirk y Peter McKenna. Canadá- Cuba. Ssenta años de relaciones bilaterales. Ed. Ciencias Sociales. La Habana, 2007. Isbn: 9789590609435
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