Pequeñas vidas atrapadas por el abandono y la desidia. Rodolfo, uno de sus personajes, expresa: “La casa se quedó sin dueño y la gente se empezó a llevar los ladrillos”. Refiriéndose a la casa del antiguo dueño del central. “Antes el pueblo era muy vivo”, se lamenta Juan Antonio, joven informático. “Ahí en ese parque había un hotel”, recuerda Chayo, anciana de 80 años. “La biblioteca fue como una sede de talleres de artes plásticas, de teatro, pero ya después no sé cómo, todo eso se nos fue de las manos” rememora Milagros, la bibliotecaria.
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