20 de marzo de 2015

La compra de la quinta San Zenón de Buenos Aires (1)


San Zenón de Buenos Aires, circa 1905

El 15 de mayo de 1909, ante el notario Don Joaquín Dalmán y Fiter, de Barcelona, la señora doña Catalina de Velasco y Recio concede poder especial a don Juan Sánchez González, natural de Tielve, en la provincia de Oviedo, España, vecino de Camagüey, para que venda a sir William Van Horne la quinta San Zenón de Buenos Aires. Con esta determinación, tras una década de instaurada la república neocolonial, la historia de San Zenón se paraleliza con la de la isla de Cuba, solo que, al cambio de un dueño extranjero por otro, en el caso de Cuba, contrasta la venta de San Zenón, por una camagüeyana, españolizada claro, a un norteamericano. El desarraigo de doña Catalina Velasco se materializa de manera inequívoca y se inicia para el espacio un período en que se contrapondrán americanización y cubana (1909-1960).
Al acto de compra, efectuado el 24 de noviembre de 1909, acude don Juan Miguel Galdós y Belzaguey, natural de Cienfuegos, vecino de Camagüey, con domicilio en el Hotel Camagüey —actual Museo Provincial Ignacio Agramonte— y comisionado de terrenos de The Cuba Company. Representa al señor William Cornelius Van Horne, natural de Illinois, en Estados Unidos de América, y vecino de Montreal, Canadá. El precio, como se ha dicho, ascendía a 20 mil pesos duros, o pesos en oro español, pagados en 101 mil 81 pesetas y 20 céntimos, incluyendo el valor a que se encontraban los giros entre Camagüey y Barcelona. Una aguda mirada a los documentos necesarios para la compraventa dibuja el entrecruzamiento cultural que trae consigo la llegada de los propietarios norteamericanos a San Zenón. Junto al cotidiano título de dignidad, usado tradicionalmente durante la colonia para señalar la limpieza de sangre o legitimidad en la sociedad española: don o doña, se reafirma el de señor o señora, vocablo que acota distinción. Nótese que al nombre de Catalina de Velasco se antepone ahora el tratamiento de señora, que, si bien tenía su uso desde antes, ahora cobraría otra connotación, la de “dueña y señora” de San Zenón de Buenos Aires. Los vínculos de San Zenón con la compañía de los ferrocarriles los americaniza con el de mister. Se introduce, además, un título no conocido hasta entonces, el de Sir, concedido en 1895 por la corona británica a William Van Horne, hecho Caballero Comendador de la Orden de San Miguel y San Jorge por sus aportes al desarrollo ferroviario de Canadá, entre otras obras meritorias hechas en ese país.

William Cornelius Van Horne nació el 3 de febrero de 1843, hijo mayor de Cornelius Covenhoven Van Horne, norteamericano, y de Margaret Minier Richards, natural de Pennsylvania. La disciplina, tenacidad y empeño en el trabajo le permitió lograr el reconocimiento social no solo en su país, sino también en Inglaterra y Canadá. Poseedor de una amplia visión del turismo —logró construir hoteles de verano en el Canadá—, amigo de la pintura desde niño, aficionado a la naturaleza y ya millonario, se retira de los negocios a fines del siglo XIX.



Los vínculos de Van Horne con el Camagüey surgieron a partir del contacto con Gonzalo de Quesada y otros camagüeyanos en los Estados Unidos. Con ellos conoce las posibilidades que ofrecía Cuba como fuente de inversiones en ese momento, aspecto que le hace visitar la isla mayor del Caribe en 1900. El acercamiento a Cuba y a los cubanos despertaron en Van Horne el interés por construir un ferrocarril central, pero halló como obstáculo la prohibición norteamericana de otorgar a los empresarios concesiones de tierras, subsidios y otras ventajas, mediante la Ley Foraker. Ante tal situación, Van Horne traza una estrategia para adquirir tierras en Cuba en secciones que, a la larga, le permitirían construir un ferrocarril. Como resultado, el 24 de abril de 1900, en Nueva Jersey, Estados Unidos, se inscribe la empresa titulada The Cuba Company presidida por sir William Van Horne; y en abril de 1903, el Gobierno cubano le cede en arrendamiento, por un plazo de 25 años, el antiguo cuartel de caballería, edificado en 1848 a la entrada de La Vigía.
No se han encontrado referencias de las condiciones en que se encontraba San Zenón de Buenos Aires cuando pasa a ser propiedad de Van Horne; sin embargo, a partir de 1909, cambiará la fisonomía de lo construido y del área en que estaba enclavada. Un acaudalado, amante de la naturaleza, los fósiles y la pintura, no toma una quinta en el siglo XIX para la producción de velas, hortalizas o explotación animal. Resulta obvio que la sensibilidad de este hombre, de probada experiencia para invertir su capital, le permitió ver en San Zenón el sitio ideal donde pasar ciertas temporadas del año. Ello explica el cambio en la manera de nombrarla, de cerería a residencia; y junto al cambio de nomenclatura, la imagen que proyectaría el lugar para quienes, de una u otra forma, comienzan a relacionarse con ella.
Con la intervención de Van Horne, San Zenón cambia su valor en función del uso que se hace de la tierra. Los admirables jardines creados en los alrededores de la casa desdibujan el pasado esclavo y agrario del período colonial para destacar una estética que, en correspondencia con el modernismo, daba participación protagónica a la vegetación, sin la cual el concepto de residencia de verano estaría incompleto y falto de credibilidad. Con plantas y arbustos de otros ambientes,  Van Horne grabó su huella para que se le recordara en cada rincón del área ocupada por su propiedad, destacándose la conocida bajo el nombre Pan de Indio. El periódico La Región, en artículo publicado en 1931, validó su figura con dos importantes signos arquitectónicos al plantear: “Camagüey resultó beneficiado por las cualidades de aquel espléndido valiente. A nuestros días han llegado dos de sus empeños personales, la Quinta San Zenón, donde está instalada la Escuela Normal, y el Hotel Camagüey, cuya adaptación dirigió personalmente, y cuyo maravilloso patio fue surtido bajo su personal dirección con toda clase de plantas tropicales”. Para los vecinos, el nombre de San Zenón quedó en sus memorias; pero con frecuencia, por el singular aspecto que tomó, muchos comenzaron a llamarla La Quinta del Americano. Aislada de la capital y en las cercanías del río Hatibonico, San Zenón invita al propietario a pasar en ella los fríos inviernos del Norte canadiense, placer declarado con las siguientes frases: “[...] Cuando las canas comienzan a aparecer en el pelo de un hombre, ha llegado el momento de pasar parte del invierno en un clima tropical y no hay que hacer esfuerzo alguno para vivir en Cuba”. En el plano de obras públicas de 1912, se señala esta propiedad bajo el nombre original de San Zenón de Buenos Aires y como dueño a Sr. William Van Horne.
Después de 1910, Van Horne enferma gravemente de reuma y se recupera en su finca San Zenón de Buenos Aires. La casona construida por catalanes, ahora embellecida por el norteamericano, cobra nuevo significado: servir de morada a un extranjero que amó la ciudad agramontina. Como recordará un  buen camagüeyano, dos de sus calles citadinas y una plaza llevan el nombre de Van Horne.
A la muerte de Van Horne, el 11 de septiembre de 1915, por adjudicación testamentaria, San Zenón de Buenos Aires pasa a propiedad de Lucy Adaline Hurd, su viuda, y sus hijos Adeline y Richard Benedict Van Horne, residentes en Canadá. Pero la quinta queda a merced de los arrendamientos que mister Lakin, presidente de The Cuba Railroad Company en Nueva York, aprueba, pues había sido designado por el propietario para ocuparse de la administración de sus bienes en Cuba, tarea que es ratificada por los herederos.


Tomado de:
TAMAMES HENDERSON, Marcos. Tras las huellas del patrimonio. Camagüey, Editorial Ácana, 2004.

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