El día 12 de este mes (1) se cumplieron 28 años de la muerte del ilustre hombre de negocios cuya actividad hizo historia en la civilización cubana. Este mismo año, el pasado tres de febrero, se cumplió el centenario de su nacimiento que debe tener para nosotros la significación y belleza de una alborada de progreso.
Ambos acontecimientos tienen resonancia en este homenaje que rendimos como respetuoso tributo a la admirable figura de quien unió las provincias orientales y occidentales, de esta joven República, con relucientes cintas de acero paralelas. Así como sus deudos y amigos habrán colocado ofrendas florales en la tumba que guarda los despojos del grande hombre en el cementerio de su pueblo natal, ANTORCHA dirige sus más aureos reflejos a la memoria de Sir William Van Horne, en pleitesía de admiración.
No puede resumirse el homenaje imperecedero en darle a una calle camagüeyana el nombre del prócer, en hacer mención mención a sus valores en una placa de bronce emplazada en nuestra estación ferroviaria; hemos de destacar en toda su estatura histórica a quien abrió brecha fecunda de civilidad, vena de adelanto económico, corriente de cariño entre los cubanos del este y del oeste: Sir William Van Horne merece y debe tener en el corazón de todos nosotros una lámpara votiva, un incensario que mantenga el recuerdo perenne del eminente ferrocarrilero, nimbado por los humos del afecto y gratitud.
Innegable que Sir William realizó un empeño industrial movido por los impulsos materiales que crean los negocios, pero su rápida y oportuna ejecución y los beneficios que de ello obtuvo Cuba, rodean el gesto de nobleza haciéndolo ascender justamente a la categoría de conquista de civilización.
En el campo de batalla, nuestros heroicos mambises forjaron la libertad a golpe de rudo brazo y a filo de hoja intrépida, y al convertirse en realidad el sueño libertario, el canadiense emprendedor y visionario crea un lazo indisoluble de espiritualidad familiar, tiende la alfombra de rieles por donde van al encuentro todos los cubanos: los hijos de la tierra de Maceo con los coterráneos de Marta Abreu. Sir William con su ferrocarril en las partes orientales acercó a los hermanos de Cuba para disfrutar de la independencia unidos para siempre.
Si la Reina Victoria concedió a Van Horne título de Caballero Jefe de San Miguel y San Jorge, por realizar en Canadá obra ferroviaria similar, los cubanos debemos elevar un ara en el recuerdo a Sir William para admirarlo con los quilates que corresponden a quien abrió un cauce por donde fluye energía, acción, progreso, como contribución patriótica al avance oportuno y veloz de nuestra civilización.
Al construirse el Ferrocarril de Cuba, que con el F. C. del Norte de Cuba constituirían los Ferrocarriles Consolidados de Cuba, Van Horne no solo lograba la reafirmación espiritual entre nosotros, sino el paso seguro hacia la firmeza económica del país. El Ferrocarril de Cuba hizo posible la creación de grandes negocios, el nacimiento de pueblos, industrias azucareras, cultivos intensos de la tierra, bases en que hoy se asienta la economía nacional, que tiene aportes poderosos en las llanuras camagüeyanas y en las montañosas y cálidas tierras orientales.
Tengamos a flor de labio y enraizada en el corazón una prez para el caballero intachable, artista exquisito y sentimental sencillo, que bajo la comba venerable de su frontal sintió la s vibraciones de la idea que su nervio puso en práctica inmediata, para que Cuba en los días primeros de su Independencia, orientara su destino hacia la prosperidad y el progreso.
1. Sir William Van Horne falleció el 11 de septiembre de 1915, no el día 12 como aquí se refiere.
Fuente: Revista Antorcha, Año I, número 3. Camagüey, septiembre 1943. Fondos de la Biblioteca Provincial "Julio A. Mella" de Camagüey. Agradecemos la colaboración de las bibliotecarias Mayelín Ramos y Aida Cortinas.
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